domingo, 4 de julio de 2010

El chaqué, 2ª parte.

Había dejado a Paquita rezongando en la cocina. De sobra sabía él las intenciones de la familia Mena. Según todas sus amistades su chico había dado un braquetazo con este matrimonio pero ellos hubiesen preferido a una mujer más modesta. Después del enlace ya se encargaría esa familia de alejar a su hijo cada vez más de ellos. Antonio iba a conseguir una buena posición, el viejo Mena solo tenía esa hija y su hijo sin duda pronto dejaría su trabajo en el banco para hacerse cargo de las tiendas de su suegro.


Ramón se quitó la gorra de trabajo y se rascó la frente con un mueca. Debía alegrarse por su chico aunque su familia política terminara por echarles a un lado. Siempre había tenido cabeza. Terminó contabilidad y pronto encontró un trabajo de puños limpios en una gestoría y más tarde un puesto mejor en el banco.

Desde que terminó el instituto no se mezclaba con la juventud del barrio. Tuvo las ideas claras y sus amistades eran gente de mejor posición que ellos. Así conoció a Beatriz Mena.

A pesar de todo no dejó de vivir en la casa familiar y eso que en los últimos años su modesto piso de barrio obrero se había convertido en una locura, desde que a su hija la dejó embarazada el haragán con quien había terminado casándose con dieciocho años y se les habían metido en casa. De eso hacía cuatro años y Puri iba ya por el tercer embarazo. Lo único que sabía hacer ese inútil, eso y trabajar unos meses en el ladrillo para cobrar el paro y vivir de la sopa boba.

Dijese lo que dijese Paquita no podían pedir un préstamo. Tenía a Luis, su hijo pequeño estudiando en otra ciudad. Un segundo ciclo de formación profesional que podía haber estudiado aquí pero el niño estuvo enganchado a las drogas y tras pasar por desintoxicación, el psicólogo había advertido que lo más efectivo para evitar una recaída era alejarle del ambiente y de las amistades habituales y él y su mujer estuvieron de acuerdo en pagarle la estancia mientras estudiaba en otra ciudad. Parece que estaba dando resultado, el primer verano que vino de vacaciones aún se juntaba con las viejas amistades pero este último ninguno de los antiguos amigos había venido a buscarle. Luis había cambiado mucho. Tenía notas muy buenas y dentro de poco terminaría sus estudios y encontraría un buen trabajo como técnico en electrónica y sus andanzas con las drogas y las viejas amistades eran ya pasado.

La chica con dos niños y el tercero en camino, el vago de su yerno más el dinero que les costaba mantener a Luis hacía imposible pedir un préstamo y dentro de tres días cuando Antonio se marchase de casa desaparecería su aportación económica. Habían tenido que comprar también un traje al marido de la niña y pese a su embarazo también otro vestido nuevo a Puri. No, un préstamo por pequeño que fuese era impensable.

Ambos trabajadores se volvieron al oír la puerta. Los empleados de la primera funeraria acababan de entrar depositando el ataúd en la cinta de entrada de uno de los hornos.

Ramón apretó los dientes con fuerza. Veinte años contemplándolos pero era imposible acostumbrarse.

Continuará....

viernes, 2 de julio de 2010

El chaqué, 1ª parte.

Con paso cansino y cabizbajo empujó la puerta del crematorio y como cada mañana encaminó sus pasos hacia el vestuario. Manolo ya estaba vestido con el mono de trabajo, Ramón saludó a su amigo y compañero con un movimiento de cabeza, abrió su taquilla y con la misma desgana comenzó a desvestirse.


- Paquita continua igual ¿ Verdad amigo?.

Ramón hizo una mueca y asintió. Desde hacia una semana que llegó la noticia, sus futuros consuegros y organizadores de la boda de su única hija con su hijo mayor habían decidido que todos sus invitados acudirían con chaqué, su mujer no dejaba de presionarle para pedir un crédito y comprar uno para su chico.

Habían gastado todos los ahorros en los trajes. El suyo, el de madrina de Paquita y un buen traje para su hijo además de la ropa del resto de la familia.

- Estoy de acuerdo con tu mujer Ramón – dijo Manolo mientras esperaba que se cambiase – Esto ha sido una maniobra más de los Mena para humillaros; como si no explicas que a solo unos días os enteréis que ellos van a ir de chaqué.

- El traje que le compramos a mi Antonio es de los mejores que había en la tienda – contestó Ramón introduciéndose en el mono – Por mucho que me presione mi mujer no podemos pedir un préstamo personal a estas alturas.

- Eso pasa cuando se mezclan clases sociales diferentes. Comparados con nosotros los Mena con sus dos tiendas de electrodomésticos se puede decir que son como la aristocracia de la ciudad ¿ Y tu Antonio no puede pagarse el traje? Como cajero en el banco tiene un buen sueldo.

- El chico ha gastado mucho en amueblar la casa y se ha empeñado en pagar el viaje de novios. No tiene un céntimo más, además el chaval a dicho que el traje que le compramos está bien, que le da lo mismo que sus futuros suegros y su familia acudan con chaqué.

- Pues va a ser un cante. Todos los parientes de la novia de pingüinos y el novio con un traje normal.

Ramón subió la cremallera del mono de trabajo y cerró la taquilla. Siguió a Manolo hasta la sala del horno crematorio.

Llevaba en ese trabajo veinte años, no era como para ir presumiendo como se ganaba la vida pero estaba bien pagado y no era un trabajo para matarse aunque él, heredada la superstición hacia los difuntos de su madre, seguía sintiendo cierta aprensión ante los ataúdes que tenían que empujar al interior del horno y recogiendo después la cenizas para entregarlas a las familias. Por fortuna no tenía que ver los cuerpos, a ellos le llegaban ya los féretros cerrados.

Había mañanas que no tenían nada que hacer, antes más que ahora. La gente se iba inclinando por la incineración. Esa mañana tenían previstas dos, de hecho, hoy tenían que entrar en uso los dos hornos.

Mientras procedían al encendido, Ramón no podía dejar de pensar en la discusión con su mujer antes de salir de casa.

- Un crédito personal Ramón, de esos que te conceden en veinticuatro horas y que solo te piden la última nómina – había vuelto a repetir su mujer mientras le ponía el desayuno – Faltan tres días para la boda, aún tenemos tiempo de comprarle el chaqué a Antonio o convéncele que nos deje alquilar uno.

- Sabes que no es posible y el chico ya ha dicho que su traje está bien, se niega en rotundo a llevar un traje alquilado el día de su boda, dice y con razón que si los Mena o alguna de sus amistades te enterase se convertiría en el hazmerreír de todos.

- Y él pobre que va decir. Sabe la situación económica que tenemos pero no puedo soportar la idea de nuestro hijo apareciendo en la iglesia con un traje corriente y esa familia vestidos de esa forma. Esto lo han hecho a propósito – Paquita se dejó caer en la silla frente a él con una taza de café en las manos – Es una humillación más como la de decirnos que no invitásemos a ninguna amistad, solo a los familiares más cercanos, ó que siendo los padres del novio no estemos en la misma mesa que los recién casados como van a estar los padres de la novia. No pierden ocasión en hacernos de menos.

- ¿ Y qué esperabas? Cuando nuestro Antonio comenzó a salir con Beatriz Mena ya me esperaba algo así. Somos gente modesta Paquita, un trabajador del crematorio y una limpiadora.

- ¿ Y ellos que son?. Dueños de dos tiendas. Tampoco es para tanto.

- Comparado con nosotros son ricos – Ramón se llevó a la boca la magdalena que acababa de mojar en el café, la masticó despacio sin dejar de mirar a su mujer – Recuerda las trabas que pusieron los padres de Beatriz a esta boda. La pagan ellos y la van a celebrar en el club marítimo, un lugar al que ni tú ni yo hemos entrado en la vida.

Continuará...

miércoles, 9 de junio de 2010

Una bella historia.



Juan perdió su empleo a causa de la crisis económica que padecemos. Después de veinte años de servicios, él y varios compañeros fueron despedidos alegando la empresa ajuste de personal, más tarde se enteró que los puestos que habían perdido fueron ocupados por emigrantes de distintas nacionalidades con sueldos más bajos que en sus países habían trabajado en el mismo sector que él.
Hacía cinco años se había embarcado en una de esas hipotecas de por vida, con los tres años de paro y solo el sueldo irregular de algunos meses de su mujer sabía que tarde o temprano terminarían perdiendo la casa al no poder hacer frente a los pagos y acabaría en una de alquiler si es que encontraba algún trabajo al final de la prestación.

Juan amargado y resentido había ido acumulando pensamientos xenófobos al ver su puesto ocupado por emigrantes, algo cada vez más generalizados en una ciudad como Almería donde conviven tantas etnias distintas.
Nada agudiza más el sentimiento racista que la necesidad y la miseria y Juan sabía que a sus 52 años era muy difícil que volviese a contar con un trabajo.

Sentado en la oficina de empleo esperaba junto a otros para tramitar los papeles, junto a él, Gustavo, un hispano americano comentaba que iba a cobrar todo el desempleo y lamentaba que tendría que marchar a su país e intentar poner algún negocio allí.
Juan sintió un ataque de ira y no pudo evitar insultarle, a eso habían venido – le reprochó – a llevarse el dinero, que nunca habían aportado nada al país puesto que todo el dinero ganado salía fuera y que por su causa los trabajadores españoles estaban siendo despedidos para contratar mano de obra más barata además de contar con una protección social que no recibían los nacionales.

Gustavo escuchó tranquilo toda la disertación de Juan y con calma, al terminar éste, le dijo que hacía diez años que estaba en el que él consideraba ahora su país, contó que dos años después de llegar y gracias al contrato de un buen hombre consiguió la reunificación familiar y para sus hijas que entonces tenían 6 y 4 años, ahora adolescentes, éste era ahora su hogar y estaban en casa desconsoladas negándose a marchar.
Si Juan a sus 52 años no veía futuro, él a sus 48 no lo tenía mejor y un negocio en su país de origen era algo tan inestable que no sabía si merecería la pena puesto que si fracasaba el concepto de pobreza de Hispanoamérica difería mucho del español.

Juan bajó el tono al notar el conciliador de Gustavo y preguntó porque le habían despedido a él si los emigrantes cobraban menos, a lo que Gustavo contestó que el dueño era demasiado viejo ya para enfrentar la crisis y había preferido cerrar, era un buen negocio, añadió.

                 - Intenté convencer a varios de mis compañeros que cobrásemos de una vez el paro y hacernos con él pero no tuvieron valor. Es una pena porque mi familia está destrozada, éste es ahora su hogar y mi hijo de tres años nació aquí.

Juan interrogó sobre el negocio y dio la casualidad que era la misma actividad a la que se había dedicado en sus veinte años de trabajo. Estuvo un rato pensativo y se volvió hacia Gustavo y asegurando conocer a fondo el negocio y su funcionamiento.

                - ¿ Crees que si juntamos tu dinero del paro y el mío podríamos hacernos con él? – preguntó Juan sorprendiendo a Gustavo.
Tras la primera impresión de sorpresa del americano este afirmó con la cabeza y comenzaron a hacer cuentas. Media hora después, frustrados reconocían que no era suficiente.

                - ¿ Y con mi aportación? Tengo que cobrar 5 años de trabajo.

Ambos se volvieron sorprendidos, un tipo pelirrojo les tendía la mano presentándose como Lazlo, era rumano y llevaba 7 en España, cinco con empleo fijo que al igual que los otros acababa de perder. Había escuchado la conversación desde el principio y dijo que era una buena idea.
Tras el desconcierto inicial los dos asintieron y los tres volvieron a hacer cuentas y esta vez, en tres proporciones distintas era posible la operación.

Hace un año, un español, un peruano y un rumano de una discusión xenófoba crearon un negocio conjunto.
Son sus propios jefes sin depender de ayudas gubernamentales y me han contado que les ha ido tan bien que hace unos meses han contratado dos trabajadores, antiguos compañeros de Juan.
Tres hombres superaron prejuicios y miedos, cambiaron el odio por la colaboración y la esperanza. Está claro que por lo bien que les ha ido ese tipo de actitudes son premiadas con la suerte.

Estoy segura que seguirán con ella de su parte.

martes, 1 de junio de 2010

El hada en el cristal, (VI)

             
                    . – ¿ Que quieres decir? – se extrañó Berta ante la expresión triste de Iridia al decir esas palabras.

                    . – Que ya no queda tiempo. He captado el dolor de las pocas que quedan de mi especie, el grito de muerte del bosque que era nuestra fuerza y nuestra alma. Me habéis liberado para terminar mi existencia con ellas pero os doy las gracias de nuevo. Hubiera sido horrible salir de esa prisión siendo la ultima y morir sola. Lo que más lamento es no tener suficiente poder para cumplir tu hermoso deseo pero nuestra magia procede de la vida del bosque pero está muy herido. Nosotras moriremos con él.
Luis extendió su mano y la colocó sobre la del hada con una mirada triste.

                       . – Yo no quiero que mueras. Dí que podemos hacer para evitarlo.
Iridia cubrió la mano del niño con la suya mientras le devolvía una mirada dulce.
                      . –No creo que podáis hacer nada. Pertenecíamos a este bosque pero en el  que queda están refugiadas mis hermanas y capto su canto de agonía. Una gran amenaza se cierne sobre nosotras.
                       . – Lo sabemos – exclamó Berta – Es la misma que tiene la granja de mis abuelos. Quieren destruir el poco bosque que queda para construir un parque de atracciones. Si lográramos evitarlo podríais seguir viviendo tus hermanas y tú.
                     . – No es suficiente Berta. Necesitamos toda la superficie que se ha perdido aunque si nos dieran tiempo con la  magia que nos queda podemos hacer nacer la vida de nuevo.
                     . – Ese tiempo no existe – dijo con tristeza Luis – la multinacional visitó anoche la granja amenazando al abuelo. Todo está perdido.

Las sombras de la tarde que avanzaba comenzaron a inundar la gruta y Berta se puso en pie.
                     . – Se nos ocurrirá algo Iridia. Aún no sé que pero no nos vamos a rendir con facilidad. Ahora tenemos que marcharnos pero volveremos mañana a la misma hora. ¿ Estarás aquí?.
                    . – Aquí estaré cuando me llaméis mientras iré a reunirme con las mías.

El camino de vuelta lo hicieron los dos hermanos en silencio con cada uno sumido en su pensamientos. Poco antes de llegar a la granja Berta se detuvo en seco.

                  . – Se me ha ocurrido una idea disparatada Luis pero quizá salga bien.
                  . – ¿ De que se trata?.
                  . – Vamos a pedir ayuda a nuestros compañeros de colegio y podemos usar también los que tenemos en la red y además hablar con la profe de naturales, necesitaremos un adulto para lo que se me ha ocurrido. Pertenece a una organización ecologista y ama el medio ambiente. Está en contra de este proyecto. Ya has visto los carteles que elaboró como protesta.

                 . – ¿Les vamos a hablar de Iridia? – inquirió sorprendido.
                 . – Claro que no – negó rotunda – o nos tomarían por locos o podíamos poner en peligro al hada.
               . – Está bien. Cuéntame de que se trata.

Continuará...

lunes, 31 de mayo de 2010

El hada en el cristal, ( V)

   
          . – Gracias –dijo con voz aterciopelada que tranquilizó el ánimo del niño – por liberarme.

          . –¿ Estabas prisionera? – se adelantó Berta estudiándola con más detalle y tendiendo su mano – Me llamo Berta y este es mi hermano Luis – ¿ Eres un hada?.
Ella afirmó con la cabeza mientras miraba extrañada la mano que se tendía hacia ella. Berta entendiendo su desconcierto asió la mano del hada y la apretó.
          . – Es una forma de saludo. Un modo de darte la bienvenida.

Sonrió ante las explicaciones y alargó su nívea mano hacia el niño que aún la observaba incrédulo y con desconfianza. Dudó unos instantes y renuente extendió la suya que el ser alado apretó imitando el movimiento de Berta.

          . – Has dicho que te hemos liberado – intervino Luis - ¿Quién te aprisionó en ese cristal?
          . – Mis hermanas. El consejo de las hadas como castigo.
          . – Pues ¿Qué hiciste para un castigo tan duro? ¿Y cuanto tiempo hace de eso?.
          . – Muchos cientos de años – musitó como abstraída y se le entristeció la mirada – Demasiados para mi especie por lo que voy captando.
          . – ¿Qué crimen cometiste para algo tan severo? – insistió Luis – Y yo creí que las hadas eran seres diminutos pero tu eres enorme.
          . – Podemos adoptar el tamaño que queramos. Y respondiendo a tu pregunta sí, cometí una falta muy grave que merecía ese castigo.
          . – ¿ Cual? – saltó Berta.
El hada caminó hacia una gran piedra y tomó asiento. A los dos niños se les antojó que flotaba al caminar por la suavidad de sus movimientos.

         . – Me llamo Iridia y mi misión era la de ayudar a cumplirse los deseos de la gente que había sido puesta bajo nuestra protección – comenzó a contar mientras los dos críos se acercaban y tomaban asiento en el suelo mirándola fascinados mientras hablaba – La misión que me fue asignada fue la de ayudar a cumplirse el deseo de una doncella que había pedido el amor de un caballero de una lejana ciudad a la suya. Le había conocido en un torneo y su corazón quedó prendado de él. Yo tenía que llegar hasta el caballero y ayudarle a sortear todos los peligros que iban surgiendo en su camino para conseguir a la dama. Todo fue bien o así lo creí. Le ayudé en todos los obstáculos que se nos presentaron y le llevé a presencia de la doncella pero cuando se supone debía pedir su mano, el caballero pidió disculpas y dijo que no era posible celebrar esa boda porque se había enamorado de mi y ya no quería a la doncella.
          . – ¿ Y tu que culpa tenías de eso? – inquirió con extrañeza Luis.
          . – Mucha. Mi deber era estar cuando él estuviese en apuros y desaparecer una vez se habían solucionado pero la charla con el caballero era muy grata para mi y se quejaba que el camino era largo y mi compañía aliviaba las horas de soledad – Iridia suspiró con tristeza – Cuando fui juzgada por el consejo dijeron que yo había sido la culpable por mi veleidoso comportamiento. Mi forma de actuar fue la causante del sentimiento que se despertó en él por las excesivas horas que le acompañé.

          . – ¿ Y tu que sentías por el caballero? – preguntó Berta ¿ Le amabas?
          . – No es un sentimiento para las hadas. Lo que llamáis amor no podemos sentirlo. Pero era muy agradable su compañía y conversación. No pensé que seguir mis deseos tuviese tan graves consecuencias.
          . – De acuerdo que fastidiaste el plan de la doncella pero no creo que la falta sea tan grave como para encerrarte en ese cristal por siglos.
          . – La doncella se quedó sin marido y era el predestinado, él se quedó sin la esposa con la que pudo ser feliz y sin mi porque no era posible – el hada hizo un gesto de pesadumbre – El castigo era justo. Se me encerró en ese cristal hasta que alguien pidiese de corazón un deseo – fijó una mirada dulce en Berta – Es lo que has hecho tu hace un momento. Supongo que mis hermanas jamás pensaron que el castigo sería tan largo ni que el mundo hubiese cambiado tanto cuando fuese liberada.

Continuará...

sábado, 29 de mayo de 2010

El hada en el cristal, ( IV)


Al día siguiente, las horas de colegio se les hizo eternas. Ambos niños no podían dejar de pensar en el descubrimiento que habían hecho y estaban deseosos de poder volver a la gruta.

Ayudaron a la abuela tras el almuerzo a recogerlo todo y al abuelo a ordeñar las vacas. Salieron a la carrera en dirección a los restos de bosque apenas terminaron todo.
Los dos hermanos acariciaban el cristal sin dejar de observar la forma humanoide.

             . – Si fuese un hada podríamos pedir un deseo – exclamó de pronto Berta.
             . – No da la impresión de estar en condiciones de otorgar deseos hermanita – respondió Luis que pese a ser dos años menor siempre se decía más realista que su hermana – Y aún suponiendo que fuese un hada ¿ Cómo ha llegado al interior de ese cristal? ¿ Porque está ahí?.

             . – No sé Luis, quizá es una forma de hibernación. Da la impresión de estar dormida. ¿ Crees que podríamos romper el cristal y liberarla?.
El chico se encogió de hombros y ambos intentaron sin éxito romper la roca trasparente golpeando con piedras. Nada, ni una muesca saltó del cristal.

              . – Esto tiene que ser algo mágico – dijo agotada la niña – No olvidemos que es un hada.
              . – Eso es lo que tu crees Berta. Podría ser una extraterrestre.
              . – No digas tonterías Luis. Es un hada.
El chico se encogió de hombros y fue a sentarse en una roca. Berta siguió acariciando el cristal.
              . – Si eres un hada y puedes conceder deseos – dijo de pronto Berta – Te pido que mis abuelos no pierdan la granja, por favor.

Luis movió la cabeza negando incrédulo al oír la petición de su hermana pero la giró intrigado hacia el cristal al ver a la niña retroceder asustada. Fue incorporándose poco a poco. El interior se había enturbiado con una espacie de humo y ya no se distinguía ninguna forma. Los dos cayeron al suelo gritando cuando pareció explotar. Un denso humo azul lo envolvía todo cuando volvieron a levantarse. Se abrazaron asustados al ver emerger de la bruma azulada una forma femenina que avanzaba hacia ellos.

Luis tragaba saliva mientras intentaba pensar que hacer si esa figura que se acercaba era hostil. Berta sin embargo, fue soltándose de su hermano y esperó con interés que la forma humana se acercase a ellos.

Dio un paso atrás cuando desplegó las alas. Eran inmensas casi del tamaño del cuerpo y Berta pensó que media tanto como el abuelo, más de un metro setenta. Tenía una cara resplandeciente, rostro anguloso y nacarado, ojos de un marrón dorado y un larguísima melena del mismo tono de los ojos que ahora les miraba con curiosidad. Luis tenía razón, el vestido parecía de época, en tonos dorados y brocados adornados de pedrería. Las alas multicolores estaban llenas de transparencias iridiscentes.

Continuará...

viernes, 28 de mayo de 2010

El hada en el cristal, (III)


Luis y Berta la examinaban de arriba abajo.
                     . – ¿ Crees que es de verdad? – preguntó Luis.
                     . – Claro que es de verdad, ¿ Quien iba a tener interés en colocar un muñeco dentro de un cristal como ese? Además estaba incrustada en la pared de la cueva. A saber el tiempo que lleva ahí. Puede tener miles de años.

                    . – No creo que tantos – señaló el niño – Observa su vestido. En el colegio nos han puesto un documental de la época medieval y se parece bastante.

                    . – Tiene el cabello muy largo, ayúdame a quitar las piedras que aún hay detrás Luis. Parece que tiene algo en la espalda.
El chico siguió las indicaciones de la hermana y la siguiente media hora estuvieron sacando el resto de las piedras que les permitía ver la figura desde todos los ángulos.
                  . – Son alas Luis – gritó asombrada Berta – Lo que sale de su espalda y asoma bajo el pelo son alas de colores. Tienen transparencias.
                    . – Eso no puede ser – exclamó el niño arrugando la frente con incredulidad sin dejar de mirar la figura – No existen seres así.
                   . – A no ser un hada.
                   . – Las hadas no existen Berta.
                   . – Pues este ser tiene que ser un hada – afirmó con seguridad – No puede ser otra cosa.

Ambos notaron la bajada en la intensidad de la luz y levantaron la vista hacia el hueco del techo de la gruta.
                 . – Está anocheciendo, ya se ha ocultado el sol Luis. Será mejor que regresemos a casa. Mañana volveremos.

El niño asintió y caminaron juntos hacia la salida de la cueva.
Estaban llegando a la granja cuando vieron a un par de hombres con trajes y corbata en la puerta hablando con el abuelo.

                 . – Puede hacer lo que quiera – decía uno de ellos al anciano – pero yo le recomendaría aceptar la oferta. La indemnización cuando le expropien será menor de esa suma. No lo dude.
El abuelo despidió con malos modos a los dos tipos y éstos subieron a su coche y se perdieron por el camino.
Los dos preguntaron que querían pero solo recibieron un gruñido del anciano que le instó a entrar en casa y ayudar a poner la mesa. Le vieron alejarse y entrar en el corral del ganado.

La cena fue silenciosa y los dos hermanos espiaron la conversación de los abuelos después de dar las buenas noches y fingir que se iban a dormir.
La misma que escucharan días atrás. La multinacional presionaba para obligarle a vender y en esta ocasión dejaba claro que terminarían expropiándole.

Continuará....

¡¡¡Gracias por los dos premios!!!

Gracias a Patokata de Temas que importan y mas.. por el premio Dardo y blog de oro a este blog y a Leny de Cuenta Conmigo por el mismo premio a mi blog Escribe Mariant..

Como es costumbre tengo que regalarlo a 15 blogs que considere merecedores de él, y mis elegidos son:

   Rosa de    Revista LiterariaRosaArte    http://rosaperezrepullo.blogspot.com/ 
  Lidia de      Precisamente de lo que no se habla  http://deloquenosehabla.blogspot.com

Ornella de Ladridos humanoshttp://ladridoshumanos.blogspot.com  Pamela Jane por La semilla que brota de mi corazón, http://pamelapoemas.blogspot.com
  Fabiana de  Gotas blancas,
http://gotasblancas.blogspot.com/
jefhcardoso http://jefhcardoso.blogspot.com
Santiago de Entre letras y luces vagabundas http://entreletrasylucesvagabundas.blogspot.com
Asaysa de Poesía de Asaysa Heras
http://asaysa.blogspot.com/

 Gustavo de El abrelatas del universo http://elabrelatasdeluniverso.blogspot.com/
  July de AQUI NUNCA LLEGARAS TARDE...
http://aquinuncallegarastarde.blogspot.com/
Maria Teresa de Ni un puntito somos en el universo
http://niunpuntitosomoseneluniverso.blogspot.com
Davinia de El lugar de Davinia
http://ellugardedavinia.blogspot.com/
Mónica de El poder de la naturaleza
http://cocinasolares.blogspot.com
Alexa por Hadas y mas..

http://miamorenelaire.blogspot.com/
Geraldine por En el estilo de Geraldine
http://enelestilodegeraldine.blogspot.com/

Espero que todos los designados se sientan tan emocionados como yo me he sentido al recibir dos premios llevando tan poco tiempo por aquí.
Informo por si se han encontrado tan despistada como yo que al recibir el premio hay que además de colocarlo en el blog, insertar un enlace de la persona que lo ha entregado. Ha sido un honor designar estos ganadores.

lunes, 24 de mayo de 2010

El hada en el cristal, (II)

Un ruido alertó al niño que se puso en tensión espiando la dirección, sin duda era Berta. En efecto, su hermana apareció tras una curva del terreno, pasó a su lado sin percatarse de su presencia y encaminó sus pasos hacia la pared de la cima del montículo cubierta por una alta vegetación. Con asombro Luis vio como apartaba estos y desaparecía.


Espero unos segundos y salió del escondite. Repitió la maniobra de su hermana. Había una cavidad angosta en la roca de no más de un metro de diámetro. Asomó la cabeza con desconfianza, el interior aparecía oscuro pero podía escuchar los pasos de su hermana internándose en la gruta. Se agachó y entró con precaución y casi pierde el equilibrio con la ligera pendiente descendente y las piedras en la entrada. Sospechó que esa entrada se había producido por un derrumbamiento, él había jugado muchas veces por ese lugar y a pesar de estar medio oculto por la vegetación se habría dado cuenta de la existencia de esa cueva. Avanzó despacio, ya no oía las pisadas de su hermana. Unos pasos más allá el suelo se estabilizaba y Luis vio delante una luz que fue iluminando el camino a medida que se acercaba. La gruta también se ensanchaba, el techo era ahora más alto. Levantó la cabeza y comprobó que en muchos sitios colgaban estalactitas. El ruido de piedras lanzadas le apartó de la contemplación del lugar y aligeró el paso en dirección al sonido. Al doblar un recodo la cueva lucia en todo su esplendor, con un espacio de más de 60 o 70 metros cuadrados de forma irregular. La luz entraba a través de un hueco en el techo de varios metros. Desvió la mirada hacia la figura de su hermana que ocupada en escarbar y retirar piedras en un rincón aún no se había percatado de su presencia.
                  . – Berta ¿ Qué haces? – preguntó provocando un sobresalto en la niña que se volvió asustad
                  . – ¿ Cómo has llegado hasta aquí? – dijo a su vez mientras se limpiaba las manos de tierra.
                  . – Te he seguido. Preguntaba de donde venías y no decías nada ¿ Qué haces? ¿ Que es eso?.

Luis fue acercándose despacio, a espaldas de su hermana, medio incrustado en la pared distinguía algo que parecía un inmenso cristal de roca de casi dos metros con colores en su interior.
                  . – Esta bien – dijo Berta – ya que estas aquí podrás echarme una mano pero promete que no contarás a nadie nada de esto.
                  . – Te lo prometo – añadió el crío tratando de acercarse – pero ¿ Que es?.
                  . – No lo sé muy bien, por eso quiero sacarlo de ahí. Creo que lo ha dejado al descubierto un desprendimiento, igual que la entrada de esta cueva. Antes no estaba. Es como un cristal de roca pero creo que hay una figura humana en el interior.
                 . – ¿ Qué dices? ¿ En serio?.

Luis trató de ver el interior limpiando el cristal con la manga pero Berta tiró de él hacia atrás.
                 . – Deja eso ahora. Habrá tiempo. Tenemos que terminar de dejar al descubierto todo el cristal, aún está medio incrustado en la piedra. Cuando esté libre lo veremos mejor.

Luis siguió las indicaciones de su hermana y durante un rato estuvo retirando piedras hasta que hizo un alto y dijo que se le había ocurrido una idea. Trepó sobre el montículo y usando una piedra plana la introdujo en una rendija de la pared sobre el cristal y con otra la golpeó con fuerza varias veces.

Berta ahogó un grito al ver caer a su hermano con la avalancha de piedras que provocó un pequeño desprendimiento. Luis se levantó al tiempo que se sacudía diciendo que se encontraba bien, levantó la vista y señaló con asombro hacia la pared. El cristal había quedado totalmente al descubierto y en efecto una figura humana de mujer se perfilaba a través del cristal ahora que la luz entraba desde varios puntos.

Continuará....

viernes, 21 de mayo de 2010

El hada en el cristal, ( I)



Luis buscó acomodo entre los matorrales que le ocultaban a la vista, Berta no tardaría en aparecer. Era en ese punto donde su hermana se perdía. Desde hacía una semana Berta, antes tan reacia a dejar sin terminar la tarea del colegio salía de casa en dirección a los restos de bosque que quedaba tras el devastador incendio sucedido tres años antes. Los abuelos con quienes convivían tras la muerte de sus padres, unos meses antes del incendio, sospechaban que fue provocado y el hecho de no haber sido repoblado les reafirmó. Eso unido a la presión que estaban recibiendo sus abuelos y varios granjeros más para vender las tierras a una multinacional que había adquirido los terrenos quemados para construir un parque de atracciones, terminaron de confirmar las sospechas.

La presión era tremenda a los tres granjeros que aún resistían, entre ellas su granja. Luis recordó la conversación que Berta y él espiaron de sus abuelos, la abuela argumentaban que era mejor aceptar la oferta y marchar a la ciudad. Las tres granjas quedaban aisladas en mitad de lo que sería aparcamientos y centro comercial del proyecto. Era imposible intentar resistir y tarde o temprano la multinacional conseguiría una orden de expropiación en nombre del interés general que suponía el número de empleos que se iban a crear. Un beneficio para la cercana ciudad que se recortaba en el horizonte.

Berta estaba extraña desde que escucharon la conversación de los dos ancianos, a Luis no le sorprendía. Su hermana de trece años y él buscaron consuelo a la perdida de sus padres en la vida de la granja, antes de eso los dos eran niños de ciudad y la propiedad de los abuelos era solo visitas de fines de semana pero el día a día en ese lugar, la colaboración en los trabajos y la relación con la vida del campo y los animales fue lo mejor que les pudo ocurrir tras la tragedia.

Berta le había comentado tras escuchar esa conversación que la abuela siempre había dicho que el abuelo lejos de sus tierras no sobreviviría. Eso fue dos días antes de que su hermana mayor comenzase a ausentarse y volviese dos o tres horas después sin decirle nada cuando él preguntaba.

Decidió seguirla pero siempre desaparecía en el punto que observaba ahora medio oculto por un arbusto. Esta vez averiguaría que se traía Berta entre manos. Luis miró a su izquierda, podía divisar sin dificultad la línea que marcaba hasta donde llegó el incendio, casi milagrosamente, como si la naturaleza quisiese hacer una compensación por la perdida de vida, el lado donde él se encontraba había redundado su esplendor a pesar de encontrarse en un altozano de roca caliza poblado solo por algunos árboles diseminados que en estos últimos años habían sido abrigados por un exuberante sotobosque.

Continuará...

viernes, 7 de mayo de 2010

Amor errado ( II )

Miguel se acercó con algo grande en las manos, las escasas luces del barco y el poco campo de visión de su posición no permitía distinguir que era. Estaba extendiéndolo a su lado. Instantes después se inclinó sobre ella, empujó su cuerpo rodándolo y pudo ver de que se trataba.

Una red, con plomos en uno de los bordes. La fue envolviendo enganchando los plomos en los huecos de la red para fijarlos.

                 . – Tienes que quedar bien sujeta – dijo sin interrumpir lo que estaba haciendo – Espero que tarden meses o quizá no te encuentren nunca pero si lo hacen pensaran que quisiste nadar y quedaste enredada en una red perdida por los pescadores – dijo en un intento por calmar el desconcierto que sentía por el extraño comportamiento del hipnótico. Esos ojos abiertos le ponían nervioso.

Ahora, mientras él manipulaba la red donde la estaba envolviendo se preguntaba como no se dio cuenta de la frialdad de sus ojos azules que tan cálidos le parecieron siempre. Enma siempre dijo que tenía mirada de hielo.

                   . – No sé si puedes oírme. No entiendo que ha pasado y sé si estas consciente – sentía necesidad de oír su voz. Distraer la mente para apartarla de la fijeza de esa mirada – Aunque encontrasen rastros del medicamento es una excusa perfecta. Estuvimos bebiendo, me dormí tras la cena y cuando desperté te busqué por todo el barco – adoptó un tono compungido histriónico mientras explicaba – Intenté localizarte durante horas hasta que comprendí que o bien decidiste nadar o caíste por la borda atontada por la pastilla para dormir que te habías tomado. Las ultimas noches estabas nerviosa y te costaba conciliar el sueño, seguro que provocado por tu nuevo estado – pensó que se estaba dejando llevar por la verborrea debido a los nervios. Era absurdo porque pese a esos ojos abiertos, lo más seguro es que no se enterase de nada. Las pupilas no parecían reactivas. Respiró más tranquilo ante esa idea – Te buscarán por supuesto en la posición que teníamos antes, a bastante distancia de aquí. Mal sitio, zona de corrientes que sin duda te arrastraron lejos del barco – volvió a fijar los ojos en los suyos y sonrió satisfecho – Espero que no estés percibiendo todo esto.

Tampoco notó cuando le conoció esa sonrisa desagradable que le restaba atractivo. Nunca se dio cuenta. Nadie consigue disimular durante todo el tiempo pero no captó nada. Ella no, se dijo luchando contra las lágrimas que pugnaban por salir. Estaba demasiado ciega. Hubiese hecho cualquier cosa por el hombre que de esta forma tan fría la miraba ahora. No había tenido paciencia ni para esperar unos meses, iba a matarla durante su luna de miel.

Intentó gritar otra vez. Inútil de nuevo.

           . – Te aseguro que no era mi intención que vieses como me deshago de tu cuerpo – se detuvo de nuevo observando sus ojos fijos en él – no comprendo esta reacción ni sé si puedes ver – se aseguró que la red estaba bien sujeta antes de incorporarse – Es un buen plan y el hecho de que desaparezcas durante la luna de miel es perfecto. Tan obvio que alejará sospechas.



Fue arrastrándola hasta el borde tirando de las cuerdas.

             . – Si te encuentran y es difícil será porque tus restos se han soltado de la red con los movimientos del agua. Tu desconsolado viudo te dará un entierro digno no te preocupes y mientras te vas hundiendo piensa en mis años de gran vida junto a la mujer que quiero de verdad – se inclinó y la cogió del mentón acercando aún más la cara a la suya – ¿ Sabes? En realidad mereces este destino. No se puede ser una rica heredera sin apenas familia y ser tan crédula. Eras una tentación.

Tuvo el último gesto cínico al besar sus labios antes de empujar el bulto que formaba su cuerpo envuelto en la red.

Cayó al agua, supuso que estaba helada pero no sentía nada, salvo escozor en los ojos.

No quería respirar, tragaría agua y este era el único gesto de supervivencia que le quedaba mientras la oscuridad la iba envolviendo.

Mientras se hundía veía las luces del barco sobre ella. Vio que se quedaba quieta. Debía haber llegado al fondo y se dijo que no merecía la pena luchar por mantener la respiración. Tampoco podría hacerlo mucho más, ya notaba que le explotaban los pulmones. Unos minutos como mucho y todo habría terminado.

La débil luz del barco comenzó a alejarse. Miguel se marchaba dejándola a la muerte que no tardaría en llegar, ahora en una absoluta oscuridad.

¿ Y ese resplandor? Se preguntó al quedar de costado al agitarse las aguas, posiblemente provocado por los motores de la embarcación. Frente a ella se acercaba algo luminoso, el halo de luz iridiscente iluminó unas ruinas sumergidas. La luz se agrandaba a medida que se acercaba.

Sentía que entraba aire en sus pulmones, que respiraba pero eso no era posible. Se preguntó si había pasado ya al otro lado

¿Sería esa la famosa luz del túnel?. Pero ella no veía un túnel, era una forma luminosa que iluminaba todo alrededor y seguía en el agua, podía distinguir el fondo marino y los peces pasando ante sus ojos.
La forma luminosa era ahora humana, una forma de hombre. El más hermoso que viera nunca con larga melena rubia. Semidesnudo, una tela cubría uno de sus hombros y las caderas.
Si hubiese podido lanzar una exclamación lo hubiese hecho ante la presencia de ese ser, al contemplar el par de alas de colores que salía de su espalda. Alas de mariposa. ¿ Sería un ángel?.
No podía ser otra cosa alguien tan bello, entonces ya estaba muerta y no era tan malo. No sentía dolor salvo el del corazón por el acto de su marido, algo de frío pero soportable en pleno mes de junio.
Si estaba muerta hubiera agradecido que con la vida se fuese la memoria, dolía como algo físico.

El ser extraño se acercó aún más, vio más que sintió que la liberaba de la red, la elevaba en sus brazos y ascendía con ella, durante los siguientes instantes sólo veía el color de la piel de esta rara criatura y su larga melena flotando en las aguas, porque pese a la oscuridad reinante, en torno a él estaba inundado de luz como si la proyectara él mismo.

No, no se estaba tan mal muerta después de todo.

Continuará....

jueves, 6 de mayo de 2010

Amor errado ( I )

Sus ojos asustados miraban los movimientos de Miguel intentando comprender. Quería gritar pero ningún sonido salía de su garganta, podía percibir sin dificultad el crujir del barco mecido por las aguas. Su marido iba de un lado para otro mientras su mente dentro de su paralizado cuerpo trataba de asimilar los últimos acontecimientos.


Un rato antes, no sabría decir el tiempo era una feliz recién casada de luna de miel en un barco alquilado y navegando por las islas griegas. Luna llena y una romántica velada culminada con champán y brindis sobre cubierta.
Habían tomado una cena fría comprada en el puerto de una de las islas antes de zarpar. El beso de su recién esposo fue lo último que recordaba. Notó que le fallaban las piernas, que Miguel la sostenía y la depositaba en el suelo. No entendía su expresión ni la forma en que la miraba. Intentó hablar pero fue inútil.

Estaba tendida en cubierta, paralizada, con la espléndida luna allá arriba sobre ella.
Miguel la miraba extrañado, observó sus pupilas moviendo sus manos varias veces sobre sus ojos, tomó el pulso pero algo en sus movimientos no era normal. Algo le había ocurrido pero la cara de su marido parecía más desconcertada que preocupada. Lo lógico era un estado de alarma porque algo le había pasado. Trascurridos unos instantes y concluida la inspección de su estado, su marido sólo realizó un gesto de extrañeza y comenzó a moverse por el barco.
La reacción de Miguel no era la adecuada. Era médico.
No entendía porque no seguía atendiéndola y la dejaba allí. No comprendía su calma ni ese gesto.
Intentó seguir con la mirada sus movimientos pero no podía mover los ojos, sólo mantenerlos fijos en ese cielo estrellado sobre su cabeza.

Oyó el sonido de los motores, Miguel tenía que estar en la cabina, quizá ponía rumbo a puerto para pedir ayuda. Intentó aferrarse a ese pensamiento el tiempo que duró la breve ruta.

Los motores se detuvieron, Miguel llegó hasta ella y paró a su lado con un gesto inexpresivo, cuando la miró la verdad que no quería aceptar encontró eco en su aturdido cerebro. No iba a pedir ayuda. La situación en la que se encontraba había sido provocada por él. Dudó en los pensamientos que venían a su mente. Una última esperanza de equivocarse.

Miguel volvió a inclinarse sobre ella tratando de entender porque el hipnótico que le había puesto en la comida había provocado este raro efecto de mantenerle los ojos abiertos. De nuevo volvió a comprobar las constantes. Todo iba como estaba previsto excepto la apertura de los párpados.
Sus ojos intentaban ahora mostrar todo el terror y el desconcierto que sentía. Y no había duda, él era el causante del estado en que se encontraba.

Enma tenía razón, siempre la tuvo con respecto a él. Desde el principio dijo que se acercaba a ella por su fortuna. Nunca quiso creerla y cuando fijaron la fecha de la boda fue Miguel quien insistió en un acuerdo prematrimonial. Para él era la forma de demostrarle que estaba con ella por amor y no por su dinero.

La prueba de amor de ella fue justo lo contrario. Insistió en casarse en gananciales, con eso demostraba que el hombre que había elegido para compartir el resto de su vida y del que estaba perdidamente enamorada gozaba de todo su amor y confianza.

Había sido embaucada, ahora lo comprendía. Una estrategia para evitar sospechas y eso que su prima Enma también la avisó sobre eso.

Continuará...

lunes, 19 de abril de 2010

Amor oscuro, ( II )



Una charlatana, pensó. Una sacadinero que aprovechaba la desesperación para llenar sus bolsillos.
Durante todo el día intentó alejar el anuncio de su mente. Pese a sus argumentos surgió una duda, ¿ Y si fuera posible? En intentarlo solo perdería dinero.
Miró la dirección, la visitaría al día siguiente.

Dudó frente al escaparate de la tienda esotérica varias veces caminando hacia la esquina y volviendo. Un cartel anunciaba que Némesis solo pasaba consulta tres días al mes, hoy era el primero de esos días.
Preguntaría la tarifa, si era abusiva marcharía a casa.
Empujó la puerta haciendo sonar una campanilla y una chica de aspecto anoréxico y enormes ojos negros salió de la trastienda. Los honorarios le parecieron bajos para lo imaginado en ese tipo de cosas y preguntó si Némesis podría recibirla. La chica afirmó con la cabeza y le indicó la puerta por donde había salido.
Apretó con fuerza el bolso con las manos cuando atravesó el umbral. La habitación en penumbra la recibió con un dulzón olor a incienso, tonos rojos en las paredes, luces indirectas y algunas velas. Tras una mesa una mujer de profundos ojos castaños fijos en los suyos que indicó con un gesto lánguido de la mano la silla vacía.
Luisa tragó saliva frente a la mujer de pelo negro y piel ebúrnea que continuaba observándola sin mover un solo músculo de su cara. Había algo irreal en ella que la inquietaba.
      - Vengo por el anuncio – dijo al fin incómoda por la observación de la que estaba siendo objeto.
      - Lo sé – y la voz le pareció lejana y penetrante como venida de las profundidades del tiempo – Sé lo que quieres pero antes debo informarte de las consecuencias de cumplir tus deseos.

Luisa asintió con la cabeza. No le extrañaba que se dedicase a una actividad como ésta, había algo misterioso y reverente en la mujer sentada frente a ella, algo que intimidaba y producía miedo o era su propio temor el que estaba entre ambas.
      - El paso que quieres dar no se encuentra entre las mancias blancas Luisa.
      - ¿ Como sabe mi nombre? – se sorprendió más asustada aún.
      - Sé muchas cosas y tu debes conocer las que te afectan en la decisión que vas a tomar – la mujer levantó la barbilla provocando que la luz indirecta arrancase reflejos azulados en su pelo, su expresión continuaba estática. – El deseo que quieres está en la magia oscura, supone violentar la voluntad de otro y el precio a pagar es alto.
      - ¿ No son los honorarios que ha indicado la chica de la tienda?

El comentario provocó una leve sonrisa en Némesis que inclinó hacia delante su cuerpo dejando sus perfectas manos sobre la mesa.
      - No hablamos de cuantía económica, esa como ya te han dicho es irrelevante. Atravesar el umbral de la magia negra no tiene vuelta atrás y no siempre lo conseguido coincide con lo deseado. Por eso debo informarte.
      - ¿ Puede conseguir que Sergio me ame?.
      - No.

La rotunda respuesta la dejó descolocada unos instantes.
     - Pero.. – titubeo confusa – El anuncio decía que...
     - El anuncio dice – la interrumpió Némesis – que puedo conseguir que el hombre que amas sea tuyo, conseguir que le poseas no es lo mismo que él te ame. Eso no puedo conseguirlo. Ninguna magia puede.

Pasaron instantes eternos en los que la mirada de Némesis no se apartó de la pensativa de Luisa, quien trataba de calibrar las palabras oídas. Suspiró quedamente antes de hablar.
     - ¿ Me está diciendo que puede conseguir que Sergio sea mío sin que me ame?
     - Es lo que ofrezco.
     - De acuerdo, adelante.
     - ¿Sabes que se dice de las magias? – y ante el gesto negativo de Luisa – que recibirás ciento por uno todo aquello que desees a los demás, sea bueno o malo.

Continuará....

Mariant Íberi.

viernes, 16 de abril de 2010

Amor oscuro, ( I )

La tragedia sobreviene a veces imprevista como el ladrón que acecha pero otras es llamada como si pusiéramos una luz en la ventana para atraerla.
Luisa intentaba controlar la amargura que la corroía mientras veía a la hermosa mujer despedirse de Sergio con un beso antes de entrar en su coche.
Dejó caer la cortina sin molestarse en enjuagar la lágrima, que solitaria resbalaba por su mejilla.
Caminó sin rumbo por la casa hasta sentarse en el borde de su cama desolada, cobijo de sus sueños imposibles. ¿ Cuánto tiempo ya? Más de tres años, desde que Sergio compró la casa frente a la suya.
No supo como comenzó ese sentimiento. Le veía desde la ventana, siempre se levantaba con tiempo. Le gustaba desayunar con calma antes de marchar a su trabajo. Sergio sacaba temprano al perro paseándolo por la calle. Ella le contemplaba.
A veces coincidía en el supermercado cercano al barrio y comenzaron a saludarse.
Así surgió la atracción, solo de ella. Sergio, atractivo y mundano pese a tener su misma edad, treinta y siete entonces, siempre frecuentaba mujeres más jóvenes y hermosas que ella.
Luisa desvió la vista hacia el espejo. Nunca fue bella. En su juventud, quizá era bonita. Belleza corriente, como su posición y su trabajo. La lozanía hacia ya tiempo que se había marchitado, como sus sueños de amores frustrados.
Sergio se coló dentro sin darse cuenta. Nunca fue amante de los perros pero compró uno para coincidir en los encuentros.
Un cuarto de hora en la mañana y al atardecer que disfrutaba con deleite. Su amor y su pasión fueron creciendo y con ellos su sufrimiento. Sergio no pasó de la amabilidad de un vecino y Luisa veía como entraban y salían mujeres de su vida.
Eran breves y en esa brevedad encontró consuelo.
Las relaciones de él nunca pasaban de un par de meses, hasta que llegó Marisa.
Esperó verla desaparecer como las otras pero pasaban los meses. Seis ya. Había visto introducir muebles nuevos y en las salidas mañaneras de los canes, donde seguían coincidiendo, Luisa preguntó inocente si estaba cambiando el mobiliario. Apenas consiguió mantener el gesto cuando le comunicó que Marisa y él iban a vivir juntos. Creía haber encontrado a la mujer de su vida.
Su existencia se tornó gris, intentó olvidar, alejar de su mente ese amor sin fundamento. Rebelde a todo intento la imagen adorada volvía día tras día repetida.
Se asumió condenada a ese amor, a ver a la pareja pasear al perro entrelazadas las manos, alejándola de lo único que permitía verle de cerca, hablar con él. Llenar su corazón y su mente de la breve cercanía que en esos años sostuvo sus sueños y su vida.
Intentó un crucero con una compañera de oficina, un barco de solteros.
Le llegaron proposiciones, se dejó llevar en un par de encuentros.
Era la cara de Sergio la que veía en cada uno de ellos, era su voz, sus ademanes, su media sonrisa. Siempre era él, en todos los que se acercaban. Rezó para que terminara el crucero. Prefería el dolor de verle enfrente, sufrir su felicidad con Marisa espiando sus salidas.
Esa tristeza fue palpable en el trabajo. Afectó su actividad laboral, ahora indiferente, hasta que el médico diagnosticó una baja por depresión que la enclaustró en casa.
Regaló el perro. Sacarlo ya no tenía sentido. Sus salidas eran sólo a la compra y a por el periódico, hábito de toda la vida que aún persistía.
Y fue ahí donde descubrió el anuncio.

     Némesis hará tus sueños realidad, esos que crees imposibles
     Ven a verme y conseguiré que ese amor sea tuyo
     Resultados garantizados. Si quieres que esté contigo, no dudes.  
     ¿ Quieres lograrlo? Yo puedo.                                  
     Ven y compruébalo. Tendrás el amor que sueñas.


Continuará...

Mariant Iberi.

sábado, 10 de abril de 2010

Eros, cuento 1ª parte



Todos los carriles de la autovía estaban abarrotados, cuatro interminables hileras de vehículos. Acelerones, frenazos y pitidos para sólo avanzar unos metros.
Marta odiaba esta situación, por las mañanas procuraba llegar con media hora de antelación al trabajo para salir y evitar las coincidencias en la hora punta.
Volvió a meter primera exasperada no pasó de la segunda para detenerse cincuenta metros más allá.

Hoy había salido más tarde solo para hacerse la encontradiza en el ascensor con Julián y tener una excusa para invitarle a su fiesta de cumpleaños que pensaba celebrar en su apartamento; si el atasco lo permitía pensó fastidiada mirando el reloj. Apoyó el codo en el marco de la ventanilla y la frente sobre la mano. No había merecido la pena perder esa preciosa media hora para encontrase ahora así, Julián, uno de los ejecutivos de la empresa en la que trabajaba y por el que bebía los vientos no tenía ojos más que para la nueva secretaria del jefe, como todos los hombres de la oficina desde hacía dos semanas que Maira, alta, tipazo, pelo rubio oscuro, ojazos y sonrisa de anuncio hizo su aparición. El elenco masculino incluido el jefe se dedicaba a babear por las esquinas tras ella.

Antes de su llegada había conseguido captar la atención de Julián. No habían quedado para salir pero notaba que ella le atraía. Pasaba a buscarla para desayunar y la había invitado a algún que otro almuerzo en la cafetería cercana a la oficina. Habría jurado que si Maira no hubiese aparecido estaba a punto de pedirle una cita pero Julián era uno de los pocos solteros y por su posición y atractivo quizá el único con posibilidades ante semejante pieza y él lo sabía.
Las dos últimas semanas la había ignorado.
Hoy había decidido agotar el último cartucho, se quedó más tarde para coincidir con él en la salida. Todo inútil, él amablemente declinó la invitación a su fiesta, había conseguido después de mucho perseguirla una cita para tomar una copa con Maira. Mientras le hablaba se repasaba en el espejo del ascensor, hasta tuvo la desfachatez de preguntar si la corbata que había elegido le iba bien con la camisa.
Se llamó idiota, los últimos meses soñando con ese hombre y ahora en la autovía atrapada por culpa de un intento que no había conducido a nada mientras Alicia, amiga y compañera de piso se estaría desesperando con todos los preparativos de la fiesta programada para dos horas después.

Vio una salida unos metros más allá, no era la suya y la iba a obligar a callejear bastante pero si seguía el ritmo de la caravana se le echaba el tiempo encima.
Cuando volvió a moverse, puso el intermitente y se desvió saliendo a una barriada de las afueras. No conocía el lugar pero solo tendría que intentar seguir las calles hacia el norte, buscar un camino que la condujese al centro de la ciudad.

Un par de manzanas recorridas le indicó que era un lugar poco recomendable, edificios de más de treinta años, de los de protección oficial, tendederos en las ventanas, calles sucias y tipos de aspecto dudoso en algunas esquinas. Pisó el acelerador intentando encontrar una calle que la sacara de allí. Delante de un solar aminoró la marcha, tres chicos de unos veinte años parecían acosar a una vagabunda que se le antojó gitana. Detuvo el coche, en efecto, uno de ellos derribó en ese momento a la mujer intentando patearla, los otros dos le incitaban sin dejar de reír. La pobre mujer intentaba alejarlos increpándoles sin éxito.
Gritó desde el vehículo que la dejarán en paz y solo recibió improperios y amenazas de los jóvenes. Indignada bajó del coche y caminó decidida hacia el grupo. Al llegar a su altura repitió la orden, el más agresivo vino hacia ella con intenciones inequívocas. Lo esperaba, en segundos dio con sus huesos en el suelo tras una llave de Marta que le golpeó con el pie en el estómago dejándole aullando de dolor; los otros dos, en principio desconcertados hicieron un amago de acudir en ayuda de su amigo pero el gesto en actitud de ataque que implicaba conocimiento de artes marciales de Marta les disuadió; ayudaron al otro a levantarse del suelo donde aún continuaba retorciéndose y sin dejar de insultarla se alejaron calle abajo.

            - ¿ Se encuentra bien? – preguntó ayudando a la mujer a incorporarse, ésta contestó afirmativamente en español con acento extranjero, le pareció rumano.

Vista de cerca no era tan mayor como le había parecido en principio. Las greñas de su pelo largo mal recogido en un moño ahora deshecho le había dado esa impresión.
            - Gracias, has sido muy amable, no todo el mundo tiene el gesto que acabas de hacer – respondió ella sacudiéndose el polvo y se inclinó a recoger objetos esparcidos por el suelo, Marta la ayudó a introducirlos en una gran bolsa.
            - No he hecho nada, además soy cinturón negro. Le aseguro que pese al rechazo que esos gamberros me provocan nunca me hubiese atrevido a salir del coche si no supiese defenderme y llamar a la policía no la habría librado de un mal rato.
            - Entonces ha sido una doble suerte para mí – contestó la mujer sonriendo.

Al mirarla de frente, Marta le calculó unos cincuenta y tantos y pese a sus vestimentas, su tez era clara y limpia. Poseía unos ojos grandes y expresivos de un gris verdoso y su expresión una dignidad que no coincidían con su apariencia. Pensó para sí que era extraño, la cara y la forma de mirar no concordaban con una vagabunda. Quizá las circunstancias la habían conducido a esta situación. Se encogió de hombros recordando la fiesta.
           - ¿ Quiere que la acerque a un lugar más seguro? Tengo prisa y los gamberros podrían volver.

La mujer le devolvió una sonrisa amable.
            - Gracias pero no vivo lejos. Llegaré bien.
            - En ese caso me marcho.
            - Espera – la mujer la hizo volverse – Quiero darte algo para agradecer lo que has hecho.
            - No tiene que darme nada, ya le he dicho que detesto a ese tipo de gente que goza haciendo daño para divertirse.
            - Ha sido una buena acción y es justo recompensarte por ello – buscó en su bolsa y sacó algo envuelto en papel de seda blanco, extendió la mano y Marta indecisa lo tomó en las suyas.

No le interesaba nada de lo que la mujer pudiera darle pero tampoco quería ofenderla rechazándolo. Quitó el papel de seda y descubrió una pequeña figura que representaba a un cupido. Estaba primorosamente trabajada en lo que parecía porcelana y tuvo la impresión de que era valiosa. Ignoraba de donde la había sacado una mujer con ese aspecto y en la situación en que se encontraba, quizá era una de las pocas cosas que le quedaba de mejores tiempos.
          - Esto parece de valor – volvió a tender la figura hacia la mujer – No puedo aceptarla.
          - Por favor, te ruego que la aceptes. Me sentiré honrada si lo haces.
          - Esta bien – Marta volvió a envolver la figura e hizo ademán de marcharse.
          - Espera – la detuvo de nuevo la extraña mujer – Esa figura representa al dios Eros, poderoso y temido en el Olimpo. Disparaba sus flechas tanto a dioses como a hombres. Nunca podías fiarte de él debido a sus caprichos cuando le hacías una petición, si le dabas oportunidad actuaba por su cuenta, pero si sabes manejarle te servirá bien.

Marta miró a la mujer que había ayudado desconcertada, respondió con una sonrisa de circunstancias.
         - Colócala en una habitación donde solo estés tu y la persona que quieres atraer – continuó la mujer – Nunca entre un grupo, si le dejas, será él quien haga la elección.

Para Marta estaba claro que estaba mal de la cabeza pero se le hacia tarde y Alicia estaría desesperándose ante su tardanza. Puso fin a la conversación diciéndola que lo tendría en cuenta, agradeció el regalo y caminó hacia su coche para alejarse después calle abajo.

Continuará...

Mariant Iberi.

sábado, 3 de abril de 2010

Dolor ( Karma)

Dolor, acerado y latente
punzante y candente
de la ilusión yaciente
que nunca tendrá un presente.



Estremecimiento del alma
por lo anhelado negado
por pétalos deshojados
por sentimientos frustrados
de amores desairados.



Candores envilecidos
ternuras rechazadas
caricias no aceptadas
sonrisas humilladas.



Soledades silenciadas
en medio de tanta gente
deseos dolientes
esperanzas vanas.
Flor nacida en la desgracia
que carga culpas extrañas
a cadena perpetua condenada
por expiación de la memoria pasada
que un designio superior
ha permitido que nazca
para sólo conocer
¡ Dolor!.


domingo, 28 de marzo de 2010

Carta abierta a Elisa

Perdida, agotada en la rutina que ahoga, que te corta el aire en la garganta y las lágrimas secas en hastío sin fuerzas para brotar, niegan el consuelo de ser vertidas buscando un escape, un mísero consuelo.



Insultos solapados unos a otros, cada día. Duelen las palabras aunque no broten grabadas en la memoria por repetidas.


Asquean sus disculpas, sus palabras de amor ofenden más que su violencia.


Son heridas que se suman a las otras, tan reiteradas, sin tiempo para cicatrizar.


El juego de poder, de propiedad sumisa donde nada vale ya, si hablas golpes, si callas golpes. Cuando toca, toca.


Ya has caído, ni súplicas, ni arrastrarte te pone a salvo. Tu no puedes más y él no conoce límites.


Tu relato me araña el alma por angustioso y opresivo.

¿ Que te digo?


Si aún ahora que has tenido la fuerza de hablar, rota la tiranía del silencio intentas justificar sus mezquindad, su alma pobre llagada de pura maldad.


Te aisló para someterte, te cercó haciéndote dependiente. Te dejó inerte ante sus vejaciones, sin metas, sin rumbo. A la deriva está tu vida.


Me ofende como mujer que argumentes. Mal, muy mal estas si me das razones. Ha esclavizado tu espíritu, pero si lo estas contando has tocado fondo e inconsciente pides ayuda.


Ya solo queda una salida.


¿ Porqué dices que si te marchas vas a perder tu vida?


¿De qué vida hablas?


¿Qué tendrás?


Noches sin miedo, calma en los días hasta que sanen tus heridas. Volver a encontrarte. Respirar sin terror sin contar los minutos en que se abrirá la puerta, dejar de rezar para que hoy venga bien. Dejar de entregar tu preciado amor al enemigo.
Expandir tus pulmones hasta que duelan de libertad. Recuperar la risa, la alegría amable del transcurrir de las horas con la ausencia de la agonía.


Abre la puerta y sal fuera.


Da portazo al infierno.


No hay nada que perder, ya no hay nada.

Mariant Iberi

sábado, 27 de marzo de 2010

HORA DEL PLANETA 27M 2O:30, 2010.

Otro año y cada vez se suman más a la hora del planeta.
Hay que colaborar, pasarlo a los blogs, a los amigos, familiares en el trabajo.
Cualquier medio es bueno para unirse.
Un pequeño esfuerzo, 1 hora para un gesto inmenso por este planeta nuestro.

27 de marzo a las 20´30 apaga las luces una hora.

No le falles al planeta.
¡¡¡Unete a este gesto!!!

lunes, 15 de marzo de 2010

Una apuesta de miedo.

Las líneas de la antigua mansión con aires de chateau rural se recortaron contra la luz de la luna, tétrica al dejar expuesta su aspecto ruinoso y decadente, más impresionante a medida que iban acercándose.

Uno de ellos miró atrás dudando, al grupo de cinco que les instaban con gestos a continuar. Trató de retroceder cuando llegaron al umbral, el compañero le sujetó junto a él.
Empujaron la pesada puerta de madera, apenas unos restos de pintura blanca dejaba ver el esplendor de otros tiempos. Chirrió al girar sobre sus goznes, el más adelantado encendió su linterna.
El haz de luz iluminó un amplio hall y flotando en el aire partículas de polvo y al fondo una escalera con la baranda tejida de telarañas.
La luz apuntó a la izquierda dos amplias puertas abiertas. El que iba en cabeza asió la chaqueta del más joven que retrocedía a la salida.
         - Es ese, ese es el salón. Ahí le encontraron y es ahí donde pasaremos la noche. Vamos tío avanza y no seas cobarde.
No dijo nada, siguió al amigo. Tampoco hubiera podido decir palabra, llevaba las mandíbulas apretadas para que el otro no percibiera el castañeo de dientes.
La luz de la linterna se paseo por el salón, restos de algunos muebles y como recuerdo del señorío de la casa, una lámpara convertida en morada del arácnido que le prestaba el nombre.
El amigo señaló la chimenea del fondo, se sentarían cerca de ella a esperar el alba.
El más joven se arrebujó en su chaqueta subiendo el cuello y maldiciendo a quien tuvo la idea.

Había surgido esa tarde, al recordar la extraña muerte de un chico que magnetófono en mano se dispuso a grabar psicofonías en la antigua casa de la colina donde ya se encontró otro cadáver antes. Los más viejos afirmaban que el mal habitaba en esa casa. Mucha tragedia y dolor albergaban esas paredes. Advertían a los más jóvenes que nunca entrasen allí.
Esa advertencia fue para la pandilla más un incentivo que un impedimento.
Comenzó como broma, ¿ A que no eres capaz?.
Estúpido, se repetía por la chulería absurda que había secundado de su amigo.

El mayor mantenía la linterna encendida, moviéndola apuntando a los diferentes rincones. Las pilas no durarían mucho, busco en sus bolsillos la vela y las cerillas. No le dio tiempo, la linterna se apagó antes.
La sangre se acelerada en sus venas y el temblor de las manos le impedía encontrarlas. Notó el apremio en la voz del amigo, no era el único que estaba aterrado. Eso le confortó lo suficiente para sacar la vela y tras varios intentos fallidos lograr encenderla.
Se dijo con angustia que la pequeña luz empeoraba las cosas, las sombras ya no eran fijas, ahora se movían a merced de la llama provocando que dos pares de ojos asustados las siguieran en ese baile fantasmal.

Los dos jóvenes sentados en el suelo, el uno junto al otro, sumidos en sus pensamientos y sin hablar miraron la hora casi al unísono al oír la campanada de un reloj de pared, la una de la madrugada. Habían entrado a las doce.
Tardaron aún unos segundos en notar que algo no estaba bien. En esa casa abandonada desde hacia tantos años no podía haber un reloj funcionando.
         - Vámonos de aquí – intentó levantarse el más joven.

         - ¿Y ser la burla de los demás?. No, será un reloj antiguo que se habrá puesto en marcha. Tranquilízate, sólo tenemos que aguantar hasta el amanecer. Están ahí fuera, esperando que nos rajemos.

No pudo relatar en las sesiones nada más que fuera coherente, sonidos indescriptibles, formas que ya no procedían de la llama.
Intentaron escapar y al levantarse apagaron la vela. Podía distinguir la luz de la luna a través de los ventanales, quisieron alcanzarlos. Manos que sujetaban, que arañaban la piel.
Intentó localizar a su amigo, le llamaba en la oscuridad donde sólo distinguía sombras. En algún momento le pareció que se debatía entre ellas.

Los cinco de fuera esperaban sentados en los resto de lo que fue un muro, una serie de alaridos rompió la noche y les heló la sangre, después silencio.
Salieron corriendo en un primer momento, luego se reagruparon.
Tenían que hacer algo, decía alguno mientras no dejaba de mirar a la casa que iluminada por una luna más alta ahora, silenciosa parecía desafiarles.
Más de una hora de discusión y la negativa rotunda de todos a entrar en la casa en busca de los dos amigos. Otra hora y se decidió entre todos llamar a la policía.

La luz gris y fría del amanecer mostró el cuerpo ensangrentado del mayor cuando el servicio forense lo mostró a los padres angustiados que esperaban tras el cordón policial para el reconocimiento.
El más joven con los ojos perdidos, extraviados en el terror era introducido en una ambulancia.
La policía en principio pensó que el más joven llevado por un arrebato de locura había dado muerte al amigo. La posterior autopsia reveló que las heridas del difunto parecían hechas por alguna bestia salvaje, no encontraron restos de sangre en las manos o ropa del que había sobrevivido.
La policía nunca consiguió una declaración del chico. Fue internado en el hospital psiquiátrico sin llegar a superar el trauma de esa noche.
El misterio de una muerte que nunca quedó aclarado, pasó al historial negro que la casa ya poseía.
Un desafío al mal.
Una vida de diecinueve años y una mente de dieciocho condenada de por vida.
Una apuesta.

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