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viernes, 7 de mayo de 2010

Amor errado ( II )

Miguel se acercó con algo grande en las manos, las escasas luces del barco y el poco campo de visión de su posición no permitía distinguir que era. Estaba extendiéndolo a su lado. Instantes después se inclinó sobre ella, empujó su cuerpo rodándolo y pudo ver de que se trataba.

Una red, con plomos en uno de los bordes. La fue envolviendo enganchando los plomos en los huecos de la red para fijarlos.

                 . – Tienes que quedar bien sujeta – dijo sin interrumpir lo que estaba haciendo – Espero que tarden meses o quizá no te encuentren nunca pero si lo hacen pensaran que quisiste nadar y quedaste enredada en una red perdida por los pescadores – dijo en un intento por calmar el desconcierto que sentía por el extraño comportamiento del hipnótico. Esos ojos abiertos le ponían nervioso.

Ahora, mientras él manipulaba la red donde la estaba envolviendo se preguntaba como no se dio cuenta de la frialdad de sus ojos azules que tan cálidos le parecieron siempre. Enma siempre dijo que tenía mirada de hielo.

                   . – No sé si puedes oírme. No entiendo que ha pasado y sé si estas consciente – sentía necesidad de oír su voz. Distraer la mente para apartarla de la fijeza de esa mirada – Aunque encontrasen rastros del medicamento es una excusa perfecta. Estuvimos bebiendo, me dormí tras la cena y cuando desperté te busqué por todo el barco – adoptó un tono compungido histriónico mientras explicaba – Intenté localizarte durante horas hasta que comprendí que o bien decidiste nadar o caíste por la borda atontada por la pastilla para dormir que te habías tomado. Las ultimas noches estabas nerviosa y te costaba conciliar el sueño, seguro que provocado por tu nuevo estado – pensó que se estaba dejando llevar por la verborrea debido a los nervios. Era absurdo porque pese a esos ojos abiertos, lo más seguro es que no se enterase de nada. Las pupilas no parecían reactivas. Respiró más tranquilo ante esa idea – Te buscarán por supuesto en la posición que teníamos antes, a bastante distancia de aquí. Mal sitio, zona de corrientes que sin duda te arrastraron lejos del barco – volvió a fijar los ojos en los suyos y sonrió satisfecho – Espero que no estés percibiendo todo esto.

Tampoco notó cuando le conoció esa sonrisa desagradable que le restaba atractivo. Nunca se dio cuenta. Nadie consigue disimular durante todo el tiempo pero no captó nada. Ella no, se dijo luchando contra las lágrimas que pugnaban por salir. Estaba demasiado ciega. Hubiese hecho cualquier cosa por el hombre que de esta forma tan fría la miraba ahora. No había tenido paciencia ni para esperar unos meses, iba a matarla durante su luna de miel.

Intentó gritar otra vez. Inútil de nuevo.

           . – Te aseguro que no era mi intención que vieses como me deshago de tu cuerpo – se detuvo de nuevo observando sus ojos fijos en él – no comprendo esta reacción ni sé si puedes ver – se aseguró que la red estaba bien sujeta antes de incorporarse – Es un buen plan y el hecho de que desaparezcas durante la luna de miel es perfecto. Tan obvio que alejará sospechas.



Fue arrastrándola hasta el borde tirando de las cuerdas.

             . – Si te encuentran y es difícil será porque tus restos se han soltado de la red con los movimientos del agua. Tu desconsolado viudo te dará un entierro digno no te preocupes y mientras te vas hundiendo piensa en mis años de gran vida junto a la mujer que quiero de verdad – se inclinó y la cogió del mentón acercando aún más la cara a la suya – ¿ Sabes? En realidad mereces este destino. No se puede ser una rica heredera sin apenas familia y ser tan crédula. Eras una tentación.

Tuvo el último gesto cínico al besar sus labios antes de empujar el bulto que formaba su cuerpo envuelto en la red.

Cayó al agua, supuso que estaba helada pero no sentía nada, salvo escozor en los ojos.

No quería respirar, tragaría agua y este era el único gesto de supervivencia que le quedaba mientras la oscuridad la iba envolviendo.

Mientras se hundía veía las luces del barco sobre ella. Vio que se quedaba quieta. Debía haber llegado al fondo y se dijo que no merecía la pena luchar por mantener la respiración. Tampoco podría hacerlo mucho más, ya notaba que le explotaban los pulmones. Unos minutos como mucho y todo habría terminado.

La débil luz del barco comenzó a alejarse. Miguel se marchaba dejándola a la muerte que no tardaría en llegar, ahora en una absoluta oscuridad.

¿ Y ese resplandor? Se preguntó al quedar de costado al agitarse las aguas, posiblemente provocado por los motores de la embarcación. Frente a ella se acercaba algo luminoso, el halo de luz iridiscente iluminó unas ruinas sumergidas. La luz se agrandaba a medida que se acercaba.

Sentía que entraba aire en sus pulmones, que respiraba pero eso no era posible. Se preguntó si había pasado ya al otro lado

¿Sería esa la famosa luz del túnel?. Pero ella no veía un túnel, era una forma luminosa que iluminaba todo alrededor y seguía en el agua, podía distinguir el fondo marino y los peces pasando ante sus ojos.
La forma luminosa era ahora humana, una forma de hombre. El más hermoso que viera nunca con larga melena rubia. Semidesnudo, una tela cubría uno de sus hombros y las caderas.
Si hubiese podido lanzar una exclamación lo hubiese hecho ante la presencia de ese ser, al contemplar el par de alas de colores que salía de su espalda. Alas de mariposa. ¿ Sería un ángel?.
No podía ser otra cosa alguien tan bello, entonces ya estaba muerta y no era tan malo. No sentía dolor salvo el del corazón por el acto de su marido, algo de frío pero soportable en pleno mes de junio.
Si estaba muerta hubiera agradecido que con la vida se fuese la memoria, dolía como algo físico.

El ser extraño se acercó aún más, vio más que sintió que la liberaba de la red, la elevaba en sus brazos y ascendía con ella, durante los siguientes instantes sólo veía el color de la piel de esta rara criatura y su larga melena flotando en las aguas, porque pese a la oscuridad reinante, en torno a él estaba inundado de luz como si la proyectara él mismo.

No, no se estaba tan mal muerta después de todo.

Continuará....

jueves, 6 de mayo de 2010

Amor errado ( I )

Sus ojos asustados miraban los movimientos de Miguel intentando comprender. Quería gritar pero ningún sonido salía de su garganta, podía percibir sin dificultad el crujir del barco mecido por las aguas. Su marido iba de un lado para otro mientras su mente dentro de su paralizado cuerpo trataba de asimilar los últimos acontecimientos.


Un rato antes, no sabría decir el tiempo era una feliz recién casada de luna de miel en un barco alquilado y navegando por las islas griegas. Luna llena y una romántica velada culminada con champán y brindis sobre cubierta.
Habían tomado una cena fría comprada en el puerto de una de las islas antes de zarpar. El beso de su recién esposo fue lo último que recordaba. Notó que le fallaban las piernas, que Miguel la sostenía y la depositaba en el suelo. No entendía su expresión ni la forma en que la miraba. Intentó hablar pero fue inútil.

Estaba tendida en cubierta, paralizada, con la espléndida luna allá arriba sobre ella.
Miguel la miraba extrañado, observó sus pupilas moviendo sus manos varias veces sobre sus ojos, tomó el pulso pero algo en sus movimientos no era normal. Algo le había ocurrido pero la cara de su marido parecía más desconcertada que preocupada. Lo lógico era un estado de alarma porque algo le había pasado. Trascurridos unos instantes y concluida la inspección de su estado, su marido sólo realizó un gesto de extrañeza y comenzó a moverse por el barco.
La reacción de Miguel no era la adecuada. Era médico.
No entendía porque no seguía atendiéndola y la dejaba allí. No comprendía su calma ni ese gesto.
Intentó seguir con la mirada sus movimientos pero no podía mover los ojos, sólo mantenerlos fijos en ese cielo estrellado sobre su cabeza.

Oyó el sonido de los motores, Miguel tenía que estar en la cabina, quizá ponía rumbo a puerto para pedir ayuda. Intentó aferrarse a ese pensamiento el tiempo que duró la breve ruta.

Los motores se detuvieron, Miguel llegó hasta ella y paró a su lado con un gesto inexpresivo, cuando la miró la verdad que no quería aceptar encontró eco en su aturdido cerebro. No iba a pedir ayuda. La situación en la que se encontraba había sido provocada por él. Dudó en los pensamientos que venían a su mente. Una última esperanza de equivocarse.

Miguel volvió a inclinarse sobre ella tratando de entender porque el hipnótico que le había puesto en la comida había provocado este raro efecto de mantenerle los ojos abiertos. De nuevo volvió a comprobar las constantes. Todo iba como estaba previsto excepto la apertura de los párpados.
Sus ojos intentaban ahora mostrar todo el terror y el desconcierto que sentía. Y no había duda, él era el causante del estado en que se encontraba.

Enma tenía razón, siempre la tuvo con respecto a él. Desde el principio dijo que se acercaba a ella por su fortuna. Nunca quiso creerla y cuando fijaron la fecha de la boda fue Miguel quien insistió en un acuerdo prematrimonial. Para él era la forma de demostrarle que estaba con ella por amor y no por su dinero.

La prueba de amor de ella fue justo lo contrario. Insistió en casarse en gananciales, con eso demostraba que el hombre que había elegido para compartir el resto de su vida y del que estaba perdidamente enamorada gozaba de todo su amor y confianza.

Había sido embaucada, ahora lo comprendía. Una estrategia para evitar sospechas y eso que su prima Enma también la avisó sobre eso.

Continuará...

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