miércoles, 9 de junio de 2010

Una bella historia.



Juan perdió su empleo a causa de la crisis económica que padecemos. Después de veinte años de servicios, él y varios compañeros fueron despedidos alegando la empresa ajuste de personal, más tarde se enteró que los puestos que habían perdido fueron ocupados por emigrantes de distintas nacionalidades con sueldos más bajos que en sus países habían trabajado en el mismo sector que él.
Hacía cinco años se había embarcado en una de esas hipotecas de por vida, con los tres años de paro y solo el sueldo irregular de algunos meses de su mujer sabía que tarde o temprano terminarían perdiendo la casa al no poder hacer frente a los pagos y acabaría en una de alquiler si es que encontraba algún trabajo al final de la prestación.

Juan amargado y resentido había ido acumulando pensamientos xenófobos al ver su puesto ocupado por emigrantes, algo cada vez más generalizados en una ciudad como Almería donde conviven tantas etnias distintas.
Nada agudiza más el sentimiento racista que la necesidad y la miseria y Juan sabía que a sus 52 años era muy difícil que volviese a contar con un trabajo.

Sentado en la oficina de empleo esperaba junto a otros para tramitar los papeles, junto a él, Gustavo, un hispano americano comentaba que iba a cobrar todo el desempleo y lamentaba que tendría que marchar a su país e intentar poner algún negocio allí.
Juan sintió un ataque de ira y no pudo evitar insultarle, a eso habían venido – le reprochó – a llevarse el dinero, que nunca habían aportado nada al país puesto que todo el dinero ganado salía fuera y que por su causa los trabajadores españoles estaban siendo despedidos para contratar mano de obra más barata además de contar con una protección social que no recibían los nacionales.

Gustavo escuchó tranquilo toda la disertación de Juan y con calma, al terminar éste, le dijo que hacía diez años que estaba en el que él consideraba ahora su país, contó que dos años después de llegar y gracias al contrato de un buen hombre consiguió la reunificación familiar y para sus hijas que entonces tenían 6 y 4 años, ahora adolescentes, éste era ahora su hogar y estaban en casa desconsoladas negándose a marchar.
Si Juan a sus 52 años no veía futuro, él a sus 48 no lo tenía mejor y un negocio en su país de origen era algo tan inestable que no sabía si merecería la pena puesto que si fracasaba el concepto de pobreza de Hispanoamérica difería mucho del español.

Juan bajó el tono al notar el conciliador de Gustavo y preguntó porque le habían despedido a él si los emigrantes cobraban menos, a lo que Gustavo contestó que el dueño era demasiado viejo ya para enfrentar la crisis y había preferido cerrar, era un buen negocio, añadió.

                 - Intenté convencer a varios de mis compañeros que cobrásemos de una vez el paro y hacernos con él pero no tuvieron valor. Es una pena porque mi familia está destrozada, éste es ahora su hogar y mi hijo de tres años nació aquí.

Juan interrogó sobre el negocio y dio la casualidad que era la misma actividad a la que se había dedicado en sus veinte años de trabajo. Estuvo un rato pensativo y se volvió hacia Gustavo y asegurando conocer a fondo el negocio y su funcionamiento.

                - ¿ Crees que si juntamos tu dinero del paro y el mío podríamos hacernos con él? – preguntó Juan sorprendiendo a Gustavo.
Tras la primera impresión de sorpresa del americano este afirmó con la cabeza y comenzaron a hacer cuentas. Media hora después, frustrados reconocían que no era suficiente.

                - ¿ Y con mi aportación? Tengo que cobrar 5 años de trabajo.

Ambos se volvieron sorprendidos, un tipo pelirrojo les tendía la mano presentándose como Lazlo, era rumano y llevaba 7 en España, cinco con empleo fijo que al igual que los otros acababa de perder. Había escuchado la conversación desde el principio y dijo que era una buena idea.
Tras el desconcierto inicial los dos asintieron y los tres volvieron a hacer cuentas y esta vez, en tres proporciones distintas era posible la operación.

Hace un año, un español, un peruano y un rumano de una discusión xenófoba crearon un negocio conjunto.
Son sus propios jefes sin depender de ayudas gubernamentales y me han contado que les ha ido tan bien que hace unos meses han contratado dos trabajadores, antiguos compañeros de Juan.
Tres hombres superaron prejuicios y miedos, cambiaron el odio por la colaboración y la esperanza. Está claro que por lo bien que les ha ido ese tipo de actitudes son premiadas con la suerte.

Estoy segura que seguirán con ella de su parte.

martes, 1 de junio de 2010

El hada en el cristal, (VI)

             
                    . – ¿ Que quieres decir? – se extrañó Berta ante la expresión triste de Iridia al decir esas palabras.

                    . – Que ya no queda tiempo. He captado el dolor de las pocas que quedan de mi especie, el grito de muerte del bosque que era nuestra fuerza y nuestra alma. Me habéis liberado para terminar mi existencia con ellas pero os doy las gracias de nuevo. Hubiera sido horrible salir de esa prisión siendo la ultima y morir sola. Lo que más lamento es no tener suficiente poder para cumplir tu hermoso deseo pero nuestra magia procede de la vida del bosque pero está muy herido. Nosotras moriremos con él.
Luis extendió su mano y la colocó sobre la del hada con una mirada triste.

                       . – Yo no quiero que mueras. Dí que podemos hacer para evitarlo.
Iridia cubrió la mano del niño con la suya mientras le devolvía una mirada dulce.
                      . –No creo que podáis hacer nada. Pertenecíamos a este bosque pero en el  que queda están refugiadas mis hermanas y capto su canto de agonía. Una gran amenaza se cierne sobre nosotras.
                       . – Lo sabemos – exclamó Berta – Es la misma que tiene la granja de mis abuelos. Quieren destruir el poco bosque que queda para construir un parque de atracciones. Si lográramos evitarlo podríais seguir viviendo tus hermanas y tú.
                     . – No es suficiente Berta. Necesitamos toda la superficie que se ha perdido aunque si nos dieran tiempo con la  magia que nos queda podemos hacer nacer la vida de nuevo.
                     . – Ese tiempo no existe – dijo con tristeza Luis – la multinacional visitó anoche la granja amenazando al abuelo. Todo está perdido.

Las sombras de la tarde que avanzaba comenzaron a inundar la gruta y Berta se puso en pie.
                     . – Se nos ocurrirá algo Iridia. Aún no sé que pero no nos vamos a rendir con facilidad. Ahora tenemos que marcharnos pero volveremos mañana a la misma hora. ¿ Estarás aquí?.
                    . – Aquí estaré cuando me llaméis mientras iré a reunirme con las mías.

El camino de vuelta lo hicieron los dos hermanos en silencio con cada uno sumido en su pensamientos. Poco antes de llegar a la granja Berta se detuvo en seco.

                  . – Se me ha ocurrido una idea disparatada Luis pero quizá salga bien.
                  . – ¿ De que se trata?.
                  . – Vamos a pedir ayuda a nuestros compañeros de colegio y podemos usar también los que tenemos en la red y además hablar con la profe de naturales, necesitaremos un adulto para lo que se me ha ocurrido. Pertenece a una organización ecologista y ama el medio ambiente. Está en contra de este proyecto. Ya has visto los carteles que elaboró como protesta.

                 . – ¿Les vamos a hablar de Iridia? – inquirió sorprendido.
                 . – Claro que no – negó rotunda – o nos tomarían por locos o podíamos poner en peligro al hada.
               . – Está bien. Cuéntame de que se trata.

Continuará...

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