viernes, 28 de mayo de 2010

El hada en el cristal, (III)


Luis y Berta la examinaban de arriba abajo.
                     . – ¿ Crees que es de verdad? – preguntó Luis.
                     . – Claro que es de verdad, ¿ Quien iba a tener interés en colocar un muñeco dentro de un cristal como ese? Además estaba incrustada en la pared de la cueva. A saber el tiempo que lleva ahí. Puede tener miles de años.

                    . – No creo que tantos – señaló el niño – Observa su vestido. En el colegio nos han puesto un documental de la época medieval y se parece bastante.

                    . – Tiene el cabello muy largo, ayúdame a quitar las piedras que aún hay detrás Luis. Parece que tiene algo en la espalda.
El chico siguió las indicaciones de la hermana y la siguiente media hora estuvieron sacando el resto de las piedras que les permitía ver la figura desde todos los ángulos.
                  . – Son alas Luis – gritó asombrada Berta – Lo que sale de su espalda y asoma bajo el pelo son alas de colores. Tienen transparencias.
                    . – Eso no puede ser – exclamó el niño arrugando la frente con incredulidad sin dejar de mirar la figura – No existen seres así.
                   . – A no ser un hada.
                   . – Las hadas no existen Berta.
                   . – Pues este ser tiene que ser un hada – afirmó con seguridad – No puede ser otra cosa.

Ambos notaron la bajada en la intensidad de la luz y levantaron la vista hacia el hueco del techo de la gruta.
                 . – Está anocheciendo, ya se ha ocultado el sol Luis. Será mejor que regresemos a casa. Mañana volveremos.

El niño asintió y caminaron juntos hacia la salida de la cueva.
Estaban llegando a la granja cuando vieron a un par de hombres con trajes y corbata en la puerta hablando con el abuelo.

                 . – Puede hacer lo que quiera – decía uno de ellos al anciano – pero yo le recomendaría aceptar la oferta. La indemnización cuando le expropien será menor de esa suma. No lo dude.
El abuelo despidió con malos modos a los dos tipos y éstos subieron a su coche y se perdieron por el camino.
Los dos preguntaron que querían pero solo recibieron un gruñido del anciano que le instó a entrar en casa y ayudar a poner la mesa. Le vieron alejarse y entrar en el corral del ganado.

La cena fue silenciosa y los dos hermanos espiaron la conversación de los abuelos después de dar las buenas noches y fingir que se iban a dormir.
La misma que escucharan días atrás. La multinacional presionaba para obligarle a vender y en esta ocasión dejaba claro que terminarían expropiándole.

Continuará....

3 comentarios:

Unknown dijo...

Tu prosa y este cuento sobre el tema de las hadas que es una de mis debilidades.
Un abrazo enorme

Geraldine dijo...

Que puedo decirte, que algún día veré tus letras en un escaparate, no tengo duda para este talento, así que ánimo y adelante amiga.

mariant iberi dijo...

Me alegra que te guste el tema Asay y mil gracias Geraldine por ese deseo, ¡Ojalá se cumpliera|
Un gran beso

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