viernes, 2 de julio de 2010

El chaqué, 1ª parte.

Con paso cansino y cabizbajo empujó la puerta del crematorio y como cada mañana encaminó sus pasos hacia el vestuario. Manolo ya estaba vestido con el mono de trabajo, Ramón saludó a su amigo y compañero con un movimiento de cabeza, abrió su taquilla y con la misma desgana comenzó a desvestirse.


- Paquita continua igual ¿ Verdad amigo?.

Ramón hizo una mueca y asintió. Desde hacia una semana que llegó la noticia, sus futuros consuegros y organizadores de la boda de su única hija con su hijo mayor habían decidido que todos sus invitados acudirían con chaqué, su mujer no dejaba de presionarle para pedir un crédito y comprar uno para su chico.

Habían gastado todos los ahorros en los trajes. El suyo, el de madrina de Paquita y un buen traje para su hijo además de la ropa del resto de la familia.

- Estoy de acuerdo con tu mujer Ramón – dijo Manolo mientras esperaba que se cambiase – Esto ha sido una maniobra más de los Mena para humillaros; como si no explicas que a solo unos días os enteréis que ellos van a ir de chaqué.

- El traje que le compramos a mi Antonio es de los mejores que había en la tienda – contestó Ramón introduciéndose en el mono – Por mucho que me presione mi mujer no podemos pedir un préstamo personal a estas alturas.

- Eso pasa cuando se mezclan clases sociales diferentes. Comparados con nosotros los Mena con sus dos tiendas de electrodomésticos se puede decir que son como la aristocracia de la ciudad ¿ Y tu Antonio no puede pagarse el traje? Como cajero en el banco tiene un buen sueldo.

- El chico ha gastado mucho en amueblar la casa y se ha empeñado en pagar el viaje de novios. No tiene un céntimo más, además el chaval a dicho que el traje que le compramos está bien, que le da lo mismo que sus futuros suegros y su familia acudan con chaqué.

- Pues va a ser un cante. Todos los parientes de la novia de pingüinos y el novio con un traje normal.

Ramón subió la cremallera del mono de trabajo y cerró la taquilla. Siguió a Manolo hasta la sala del horno crematorio.

Llevaba en ese trabajo veinte años, no era como para ir presumiendo como se ganaba la vida pero estaba bien pagado y no era un trabajo para matarse aunque él, heredada la superstición hacia los difuntos de su madre, seguía sintiendo cierta aprensión ante los ataúdes que tenían que empujar al interior del horno y recogiendo después la cenizas para entregarlas a las familias. Por fortuna no tenía que ver los cuerpos, a ellos le llegaban ya los féretros cerrados.

Había mañanas que no tenían nada que hacer, antes más que ahora. La gente se iba inclinando por la incineración. Esa mañana tenían previstas dos, de hecho, hoy tenían que entrar en uso los dos hornos.

Mientras procedían al encendido, Ramón no podía dejar de pensar en la discusión con su mujer antes de salir de casa.

- Un crédito personal Ramón, de esos que te conceden en veinticuatro horas y que solo te piden la última nómina – había vuelto a repetir su mujer mientras le ponía el desayuno – Faltan tres días para la boda, aún tenemos tiempo de comprarle el chaqué a Antonio o convéncele que nos deje alquilar uno.

- Sabes que no es posible y el chico ya ha dicho que su traje está bien, se niega en rotundo a llevar un traje alquilado el día de su boda, dice y con razón que si los Mena o alguna de sus amistades te enterase se convertiría en el hazmerreír de todos.

- Y él pobre que va decir. Sabe la situación económica que tenemos pero no puedo soportar la idea de nuestro hijo apareciendo en la iglesia con un traje corriente y esa familia vestidos de esa forma. Esto lo han hecho a propósito – Paquita se dejó caer en la silla frente a él con una taza de café en las manos – Es una humillación más como la de decirnos que no invitásemos a ninguna amistad, solo a los familiares más cercanos, ó que siendo los padres del novio no estemos en la misma mesa que los recién casados como van a estar los padres de la novia. No pierden ocasión en hacernos de menos.

- ¿ Y qué esperabas? Cuando nuestro Antonio comenzó a salir con Beatriz Mena ya me esperaba algo así. Somos gente modesta Paquita, un trabajador del crematorio y una limpiadora.

- ¿ Y ellos que son?. Dueños de dos tiendas. Tampoco es para tanto.

- Comparado con nosotros son ricos – Ramón se llevó a la boca la magdalena que acababa de mojar en el café, la masticó despacio sin dejar de mirar a su mujer – Recuerda las trabas que pusieron los padres de Beatriz a esta boda. La pagan ellos y la van a celebrar en el club marítimo, un lugar al que ni tú ni yo hemos entrado en la vida.

Continuará...

4 comentarios:

Juana Infante dijo...

¡¡Uy!! Como ha empezado este relato amiga, creo que va de siniestro por los crematorios. Veremos como continúa esto pero ya me temo lo peor.
Me encanta como eres capaz de pasar de la hermosura del Hada en el cristal a una historia lúgubre.
Fascinante.

María dijo...

Me quedo enganchada a tu relato en un interés que siempre me despierta inevitablemente tus magníficas letras.
Un beso Mariant.

mariant iberi dijo...

Muchas gracias Juana y lo mismo María. Agradecida siempre por vuestra visita.
Besos a las dos.

Geraldine dijo...

Anda que un crematorio, ya me vas a poner los pelos de punta.
Sigo leyendo.

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