lunes, 24 de mayo de 2010

El hada en el cristal, (II)

Un ruido alertó al niño que se puso en tensión espiando la dirección, sin duda era Berta. En efecto, su hermana apareció tras una curva del terreno, pasó a su lado sin percatarse de su presencia y encaminó sus pasos hacia la pared de la cima del montículo cubierta por una alta vegetación. Con asombro Luis vio como apartaba estos y desaparecía.


Espero unos segundos y salió del escondite. Repitió la maniobra de su hermana. Había una cavidad angosta en la roca de no más de un metro de diámetro. Asomó la cabeza con desconfianza, el interior aparecía oscuro pero podía escuchar los pasos de su hermana internándose en la gruta. Se agachó y entró con precaución y casi pierde el equilibrio con la ligera pendiente descendente y las piedras en la entrada. Sospechó que esa entrada se había producido por un derrumbamiento, él había jugado muchas veces por ese lugar y a pesar de estar medio oculto por la vegetación se habría dado cuenta de la existencia de esa cueva. Avanzó despacio, ya no oía las pisadas de su hermana. Unos pasos más allá el suelo se estabilizaba y Luis vio delante una luz que fue iluminando el camino a medida que se acercaba. La gruta también se ensanchaba, el techo era ahora más alto. Levantó la cabeza y comprobó que en muchos sitios colgaban estalactitas. El ruido de piedras lanzadas le apartó de la contemplación del lugar y aligeró el paso en dirección al sonido. Al doblar un recodo la cueva lucia en todo su esplendor, con un espacio de más de 60 o 70 metros cuadrados de forma irregular. La luz entraba a través de un hueco en el techo de varios metros. Desvió la mirada hacia la figura de su hermana que ocupada en escarbar y retirar piedras en un rincón aún no se había percatado de su presencia.
                  . – Berta ¿ Qué haces? – preguntó provocando un sobresalto en la niña que se volvió asustad
                  . – ¿ Cómo has llegado hasta aquí? – dijo a su vez mientras se limpiaba las manos de tierra.
                  . – Te he seguido. Preguntaba de donde venías y no decías nada ¿ Qué haces? ¿ Que es eso?.

Luis fue acercándose despacio, a espaldas de su hermana, medio incrustado en la pared distinguía algo que parecía un inmenso cristal de roca de casi dos metros con colores en su interior.
                  . – Esta bien – dijo Berta – ya que estas aquí podrás echarme una mano pero promete que no contarás a nadie nada de esto.
                  . – Te lo prometo – añadió el crío tratando de acercarse – pero ¿ Que es?.
                  . – No lo sé muy bien, por eso quiero sacarlo de ahí. Creo que lo ha dejado al descubierto un desprendimiento, igual que la entrada de esta cueva. Antes no estaba. Es como un cristal de roca pero creo que hay una figura humana en el interior.
                 . – ¿ Qué dices? ¿ En serio?.

Luis trató de ver el interior limpiando el cristal con la manga pero Berta tiró de él hacia atrás.
                 . – Deja eso ahora. Habrá tiempo. Tenemos que terminar de dejar al descubierto todo el cristal, aún está medio incrustado en la piedra. Cuando esté libre lo veremos mejor.

Luis siguió las indicaciones de su hermana y durante un rato estuvo retirando piedras hasta que hizo un alto y dijo que se le había ocurrido una idea. Trepó sobre el montículo y usando una piedra plana la introdujo en una rendija de la pared sobre el cristal y con otra la golpeó con fuerza varias veces.

Berta ahogó un grito al ver caer a su hermano con la avalancha de piedras que provocó un pequeño desprendimiento. Luis se levantó al tiempo que se sacudía diciendo que se encontraba bien, levantó la vista y señaló con asombro hacia la pared. El cristal había quedado totalmente al descubierto y en efecto una figura humana de mujer se perfilaba a través del cristal ahora que la luz entraba desde varios puntos.

Continuará....

viernes, 21 de mayo de 2010

El hada en el cristal, ( I)



Luis buscó acomodo entre los matorrales que le ocultaban a la vista, Berta no tardaría en aparecer. Era en ese punto donde su hermana se perdía. Desde hacía una semana Berta, antes tan reacia a dejar sin terminar la tarea del colegio salía de casa en dirección a los restos de bosque que quedaba tras el devastador incendio sucedido tres años antes. Los abuelos con quienes convivían tras la muerte de sus padres, unos meses antes del incendio, sospechaban que fue provocado y el hecho de no haber sido repoblado les reafirmó. Eso unido a la presión que estaban recibiendo sus abuelos y varios granjeros más para vender las tierras a una multinacional que había adquirido los terrenos quemados para construir un parque de atracciones, terminaron de confirmar las sospechas.

La presión era tremenda a los tres granjeros que aún resistían, entre ellas su granja. Luis recordó la conversación que Berta y él espiaron de sus abuelos, la abuela argumentaban que era mejor aceptar la oferta y marchar a la ciudad. Las tres granjas quedaban aisladas en mitad de lo que sería aparcamientos y centro comercial del proyecto. Era imposible intentar resistir y tarde o temprano la multinacional conseguiría una orden de expropiación en nombre del interés general que suponía el número de empleos que se iban a crear. Un beneficio para la cercana ciudad que se recortaba en el horizonte.

Berta estaba extraña desde que escucharon la conversación de los dos ancianos, a Luis no le sorprendía. Su hermana de trece años y él buscaron consuelo a la perdida de sus padres en la vida de la granja, antes de eso los dos eran niños de ciudad y la propiedad de los abuelos era solo visitas de fines de semana pero el día a día en ese lugar, la colaboración en los trabajos y la relación con la vida del campo y los animales fue lo mejor que les pudo ocurrir tras la tragedia.

Berta le había comentado tras escuchar esa conversación que la abuela siempre había dicho que el abuelo lejos de sus tierras no sobreviviría. Eso fue dos días antes de que su hermana mayor comenzase a ausentarse y volviese dos o tres horas después sin decirle nada cuando él preguntaba.

Decidió seguirla pero siempre desaparecía en el punto que observaba ahora medio oculto por un arbusto. Esta vez averiguaría que se traía Berta entre manos. Luis miró a su izquierda, podía divisar sin dificultad la línea que marcaba hasta donde llegó el incendio, casi milagrosamente, como si la naturaleza quisiese hacer una compensación por la perdida de vida, el lado donde él se encontraba había redundado su esplendor a pesar de encontrarse en un altozano de roca caliza poblado solo por algunos árboles diseminados que en estos últimos años habían sido abrigados por un exuberante sotobosque.

Continuará...

viernes, 7 de mayo de 2010

Amor errado ( II )

Miguel se acercó con algo grande en las manos, las escasas luces del barco y el poco campo de visión de su posición no permitía distinguir que era. Estaba extendiéndolo a su lado. Instantes después se inclinó sobre ella, empujó su cuerpo rodándolo y pudo ver de que se trataba.

Una red, con plomos en uno de los bordes. La fue envolviendo enganchando los plomos en los huecos de la red para fijarlos.

                 . – Tienes que quedar bien sujeta – dijo sin interrumpir lo que estaba haciendo – Espero que tarden meses o quizá no te encuentren nunca pero si lo hacen pensaran que quisiste nadar y quedaste enredada en una red perdida por los pescadores – dijo en un intento por calmar el desconcierto que sentía por el extraño comportamiento del hipnótico. Esos ojos abiertos le ponían nervioso.

Ahora, mientras él manipulaba la red donde la estaba envolviendo se preguntaba como no se dio cuenta de la frialdad de sus ojos azules que tan cálidos le parecieron siempre. Enma siempre dijo que tenía mirada de hielo.

                   . – No sé si puedes oírme. No entiendo que ha pasado y sé si estas consciente – sentía necesidad de oír su voz. Distraer la mente para apartarla de la fijeza de esa mirada – Aunque encontrasen rastros del medicamento es una excusa perfecta. Estuvimos bebiendo, me dormí tras la cena y cuando desperté te busqué por todo el barco – adoptó un tono compungido histriónico mientras explicaba – Intenté localizarte durante horas hasta que comprendí que o bien decidiste nadar o caíste por la borda atontada por la pastilla para dormir que te habías tomado. Las ultimas noches estabas nerviosa y te costaba conciliar el sueño, seguro que provocado por tu nuevo estado – pensó que se estaba dejando llevar por la verborrea debido a los nervios. Era absurdo porque pese a esos ojos abiertos, lo más seguro es que no se enterase de nada. Las pupilas no parecían reactivas. Respiró más tranquilo ante esa idea – Te buscarán por supuesto en la posición que teníamos antes, a bastante distancia de aquí. Mal sitio, zona de corrientes que sin duda te arrastraron lejos del barco – volvió a fijar los ojos en los suyos y sonrió satisfecho – Espero que no estés percibiendo todo esto.

Tampoco notó cuando le conoció esa sonrisa desagradable que le restaba atractivo. Nunca se dio cuenta. Nadie consigue disimular durante todo el tiempo pero no captó nada. Ella no, se dijo luchando contra las lágrimas que pugnaban por salir. Estaba demasiado ciega. Hubiese hecho cualquier cosa por el hombre que de esta forma tan fría la miraba ahora. No había tenido paciencia ni para esperar unos meses, iba a matarla durante su luna de miel.

Intentó gritar otra vez. Inútil de nuevo.

           . – Te aseguro que no era mi intención que vieses como me deshago de tu cuerpo – se detuvo de nuevo observando sus ojos fijos en él – no comprendo esta reacción ni sé si puedes ver – se aseguró que la red estaba bien sujeta antes de incorporarse – Es un buen plan y el hecho de que desaparezcas durante la luna de miel es perfecto. Tan obvio que alejará sospechas.



Fue arrastrándola hasta el borde tirando de las cuerdas.

             . – Si te encuentran y es difícil será porque tus restos se han soltado de la red con los movimientos del agua. Tu desconsolado viudo te dará un entierro digno no te preocupes y mientras te vas hundiendo piensa en mis años de gran vida junto a la mujer que quiero de verdad – se inclinó y la cogió del mentón acercando aún más la cara a la suya – ¿ Sabes? En realidad mereces este destino. No se puede ser una rica heredera sin apenas familia y ser tan crédula. Eras una tentación.

Tuvo el último gesto cínico al besar sus labios antes de empujar el bulto que formaba su cuerpo envuelto en la red.

Cayó al agua, supuso que estaba helada pero no sentía nada, salvo escozor en los ojos.

No quería respirar, tragaría agua y este era el único gesto de supervivencia que le quedaba mientras la oscuridad la iba envolviendo.

Mientras se hundía veía las luces del barco sobre ella. Vio que se quedaba quieta. Debía haber llegado al fondo y se dijo que no merecía la pena luchar por mantener la respiración. Tampoco podría hacerlo mucho más, ya notaba que le explotaban los pulmones. Unos minutos como mucho y todo habría terminado.

La débil luz del barco comenzó a alejarse. Miguel se marchaba dejándola a la muerte que no tardaría en llegar, ahora en una absoluta oscuridad.

¿ Y ese resplandor? Se preguntó al quedar de costado al agitarse las aguas, posiblemente provocado por los motores de la embarcación. Frente a ella se acercaba algo luminoso, el halo de luz iridiscente iluminó unas ruinas sumergidas. La luz se agrandaba a medida que se acercaba.

Sentía que entraba aire en sus pulmones, que respiraba pero eso no era posible. Se preguntó si había pasado ya al otro lado

¿Sería esa la famosa luz del túnel?. Pero ella no veía un túnel, era una forma luminosa que iluminaba todo alrededor y seguía en el agua, podía distinguir el fondo marino y los peces pasando ante sus ojos.
La forma luminosa era ahora humana, una forma de hombre. El más hermoso que viera nunca con larga melena rubia. Semidesnudo, una tela cubría uno de sus hombros y las caderas.
Si hubiese podido lanzar una exclamación lo hubiese hecho ante la presencia de ese ser, al contemplar el par de alas de colores que salía de su espalda. Alas de mariposa. ¿ Sería un ángel?.
No podía ser otra cosa alguien tan bello, entonces ya estaba muerta y no era tan malo. No sentía dolor salvo el del corazón por el acto de su marido, algo de frío pero soportable en pleno mes de junio.
Si estaba muerta hubiera agradecido que con la vida se fuese la memoria, dolía como algo físico.

El ser extraño se acercó aún más, vio más que sintió que la liberaba de la red, la elevaba en sus brazos y ascendía con ella, durante los siguientes instantes sólo veía el color de la piel de esta rara criatura y su larga melena flotando en las aguas, porque pese a la oscuridad reinante, en torno a él estaba inundado de luz como si la proyectara él mismo.

No, no se estaba tan mal muerta después de todo.

Continuará....

jueves, 6 de mayo de 2010

Amor errado ( I )

Sus ojos asustados miraban los movimientos de Miguel intentando comprender. Quería gritar pero ningún sonido salía de su garganta, podía percibir sin dificultad el crujir del barco mecido por las aguas. Su marido iba de un lado para otro mientras su mente dentro de su paralizado cuerpo trataba de asimilar los últimos acontecimientos.


Un rato antes, no sabría decir el tiempo era una feliz recién casada de luna de miel en un barco alquilado y navegando por las islas griegas. Luna llena y una romántica velada culminada con champán y brindis sobre cubierta.
Habían tomado una cena fría comprada en el puerto de una de las islas antes de zarpar. El beso de su recién esposo fue lo último que recordaba. Notó que le fallaban las piernas, que Miguel la sostenía y la depositaba en el suelo. No entendía su expresión ni la forma en que la miraba. Intentó hablar pero fue inútil.

Estaba tendida en cubierta, paralizada, con la espléndida luna allá arriba sobre ella.
Miguel la miraba extrañado, observó sus pupilas moviendo sus manos varias veces sobre sus ojos, tomó el pulso pero algo en sus movimientos no era normal. Algo le había ocurrido pero la cara de su marido parecía más desconcertada que preocupada. Lo lógico era un estado de alarma porque algo le había pasado. Trascurridos unos instantes y concluida la inspección de su estado, su marido sólo realizó un gesto de extrañeza y comenzó a moverse por el barco.
La reacción de Miguel no era la adecuada. Era médico.
No entendía porque no seguía atendiéndola y la dejaba allí. No comprendía su calma ni ese gesto.
Intentó seguir con la mirada sus movimientos pero no podía mover los ojos, sólo mantenerlos fijos en ese cielo estrellado sobre su cabeza.

Oyó el sonido de los motores, Miguel tenía que estar en la cabina, quizá ponía rumbo a puerto para pedir ayuda. Intentó aferrarse a ese pensamiento el tiempo que duró la breve ruta.

Los motores se detuvieron, Miguel llegó hasta ella y paró a su lado con un gesto inexpresivo, cuando la miró la verdad que no quería aceptar encontró eco en su aturdido cerebro. No iba a pedir ayuda. La situación en la que se encontraba había sido provocada por él. Dudó en los pensamientos que venían a su mente. Una última esperanza de equivocarse.

Miguel volvió a inclinarse sobre ella tratando de entender porque el hipnótico que le había puesto en la comida había provocado este raro efecto de mantenerle los ojos abiertos. De nuevo volvió a comprobar las constantes. Todo iba como estaba previsto excepto la apertura de los párpados.
Sus ojos intentaban ahora mostrar todo el terror y el desconcierto que sentía. Y no había duda, él era el causante del estado en que se encontraba.

Enma tenía razón, siempre la tuvo con respecto a él. Desde el principio dijo que se acercaba a ella por su fortuna. Nunca quiso creerla y cuando fijaron la fecha de la boda fue Miguel quien insistió en un acuerdo prematrimonial. Para él era la forma de demostrarle que estaba con ella por amor y no por su dinero.

La prueba de amor de ella fue justo lo contrario. Insistió en casarse en gananciales, con eso demostraba que el hombre que había elegido para compartir el resto de su vida y del que estaba perdidamente enamorada gozaba de todo su amor y confianza.

Había sido embaucada, ahora lo comprendía. Una estrategia para evitar sospechas y eso que su prima Enma también la avisó sobre eso.

Continuará...

lunes, 19 de abril de 2010

Amor oscuro, ( II )



Una charlatana, pensó. Una sacadinero que aprovechaba la desesperación para llenar sus bolsillos.
Durante todo el día intentó alejar el anuncio de su mente. Pese a sus argumentos surgió una duda, ¿ Y si fuera posible? En intentarlo solo perdería dinero.
Miró la dirección, la visitaría al día siguiente.

Dudó frente al escaparate de la tienda esotérica varias veces caminando hacia la esquina y volviendo. Un cartel anunciaba que Némesis solo pasaba consulta tres días al mes, hoy era el primero de esos días.
Preguntaría la tarifa, si era abusiva marcharía a casa.
Empujó la puerta haciendo sonar una campanilla y una chica de aspecto anoréxico y enormes ojos negros salió de la trastienda. Los honorarios le parecieron bajos para lo imaginado en ese tipo de cosas y preguntó si Némesis podría recibirla. La chica afirmó con la cabeza y le indicó la puerta por donde había salido.
Apretó con fuerza el bolso con las manos cuando atravesó el umbral. La habitación en penumbra la recibió con un dulzón olor a incienso, tonos rojos en las paredes, luces indirectas y algunas velas. Tras una mesa una mujer de profundos ojos castaños fijos en los suyos que indicó con un gesto lánguido de la mano la silla vacía.
Luisa tragó saliva frente a la mujer de pelo negro y piel ebúrnea que continuaba observándola sin mover un solo músculo de su cara. Había algo irreal en ella que la inquietaba.
      - Vengo por el anuncio – dijo al fin incómoda por la observación de la que estaba siendo objeto.
      - Lo sé – y la voz le pareció lejana y penetrante como venida de las profundidades del tiempo – Sé lo que quieres pero antes debo informarte de las consecuencias de cumplir tus deseos.

Luisa asintió con la cabeza. No le extrañaba que se dedicase a una actividad como ésta, había algo misterioso y reverente en la mujer sentada frente a ella, algo que intimidaba y producía miedo o era su propio temor el que estaba entre ambas.
      - El paso que quieres dar no se encuentra entre las mancias blancas Luisa.
      - ¿ Como sabe mi nombre? – se sorprendió más asustada aún.
      - Sé muchas cosas y tu debes conocer las que te afectan en la decisión que vas a tomar – la mujer levantó la barbilla provocando que la luz indirecta arrancase reflejos azulados en su pelo, su expresión continuaba estática. – El deseo que quieres está en la magia oscura, supone violentar la voluntad de otro y el precio a pagar es alto.
      - ¿ No son los honorarios que ha indicado la chica de la tienda?

El comentario provocó una leve sonrisa en Némesis que inclinó hacia delante su cuerpo dejando sus perfectas manos sobre la mesa.
      - No hablamos de cuantía económica, esa como ya te han dicho es irrelevante. Atravesar el umbral de la magia negra no tiene vuelta atrás y no siempre lo conseguido coincide con lo deseado. Por eso debo informarte.
      - ¿ Puede conseguir que Sergio me ame?.
      - No.

La rotunda respuesta la dejó descolocada unos instantes.
     - Pero.. – titubeo confusa – El anuncio decía que...
     - El anuncio dice – la interrumpió Némesis – que puedo conseguir que el hombre que amas sea tuyo, conseguir que le poseas no es lo mismo que él te ame. Eso no puedo conseguirlo. Ninguna magia puede.

Pasaron instantes eternos en los que la mirada de Némesis no se apartó de la pensativa de Luisa, quien trataba de calibrar las palabras oídas. Suspiró quedamente antes de hablar.
     - ¿ Me está diciendo que puede conseguir que Sergio sea mío sin que me ame?
     - Es lo que ofrezco.
     - De acuerdo, adelante.
     - ¿Sabes que se dice de las magias? – y ante el gesto negativo de Luisa – que recibirás ciento por uno todo aquello que desees a los demás, sea bueno o malo.

Continuará....

Mariant Íberi.

viernes, 16 de abril de 2010

Amor oscuro, ( I )

La tragedia sobreviene a veces imprevista como el ladrón que acecha pero otras es llamada como si pusiéramos una luz en la ventana para atraerla.
Luisa intentaba controlar la amargura que la corroía mientras veía a la hermosa mujer despedirse de Sergio con un beso antes de entrar en su coche.
Dejó caer la cortina sin molestarse en enjuagar la lágrima, que solitaria resbalaba por su mejilla.
Caminó sin rumbo por la casa hasta sentarse en el borde de su cama desolada, cobijo de sus sueños imposibles. ¿ Cuánto tiempo ya? Más de tres años, desde que Sergio compró la casa frente a la suya.
No supo como comenzó ese sentimiento. Le veía desde la ventana, siempre se levantaba con tiempo. Le gustaba desayunar con calma antes de marchar a su trabajo. Sergio sacaba temprano al perro paseándolo por la calle. Ella le contemplaba.
A veces coincidía en el supermercado cercano al barrio y comenzaron a saludarse.
Así surgió la atracción, solo de ella. Sergio, atractivo y mundano pese a tener su misma edad, treinta y siete entonces, siempre frecuentaba mujeres más jóvenes y hermosas que ella.
Luisa desvió la vista hacia el espejo. Nunca fue bella. En su juventud, quizá era bonita. Belleza corriente, como su posición y su trabajo. La lozanía hacia ya tiempo que se había marchitado, como sus sueños de amores frustrados.
Sergio se coló dentro sin darse cuenta. Nunca fue amante de los perros pero compró uno para coincidir en los encuentros.
Un cuarto de hora en la mañana y al atardecer que disfrutaba con deleite. Su amor y su pasión fueron creciendo y con ellos su sufrimiento. Sergio no pasó de la amabilidad de un vecino y Luisa veía como entraban y salían mujeres de su vida.
Eran breves y en esa brevedad encontró consuelo.
Las relaciones de él nunca pasaban de un par de meses, hasta que llegó Marisa.
Esperó verla desaparecer como las otras pero pasaban los meses. Seis ya. Había visto introducir muebles nuevos y en las salidas mañaneras de los canes, donde seguían coincidiendo, Luisa preguntó inocente si estaba cambiando el mobiliario. Apenas consiguió mantener el gesto cuando le comunicó que Marisa y él iban a vivir juntos. Creía haber encontrado a la mujer de su vida.
Su existencia se tornó gris, intentó olvidar, alejar de su mente ese amor sin fundamento. Rebelde a todo intento la imagen adorada volvía día tras día repetida.
Se asumió condenada a ese amor, a ver a la pareja pasear al perro entrelazadas las manos, alejándola de lo único que permitía verle de cerca, hablar con él. Llenar su corazón y su mente de la breve cercanía que en esos años sostuvo sus sueños y su vida.
Intentó un crucero con una compañera de oficina, un barco de solteros.
Le llegaron proposiciones, se dejó llevar en un par de encuentros.
Era la cara de Sergio la que veía en cada uno de ellos, era su voz, sus ademanes, su media sonrisa. Siempre era él, en todos los que se acercaban. Rezó para que terminara el crucero. Prefería el dolor de verle enfrente, sufrir su felicidad con Marisa espiando sus salidas.
Esa tristeza fue palpable en el trabajo. Afectó su actividad laboral, ahora indiferente, hasta que el médico diagnosticó una baja por depresión que la enclaustró en casa.
Regaló el perro. Sacarlo ya no tenía sentido. Sus salidas eran sólo a la compra y a por el periódico, hábito de toda la vida que aún persistía.
Y fue ahí donde descubrió el anuncio.

     Némesis hará tus sueños realidad, esos que crees imposibles
     Ven a verme y conseguiré que ese amor sea tuyo
     Resultados garantizados. Si quieres que esté contigo, no dudes.  
     ¿ Quieres lograrlo? Yo puedo.                                  
     Ven y compruébalo. Tendrás el amor que sueñas.


Continuará...

Mariant Iberi.

sábado, 10 de abril de 2010

Eros, cuento 1ª parte



Todos los carriles de la autovía estaban abarrotados, cuatro interminables hileras de vehículos. Acelerones, frenazos y pitidos para sólo avanzar unos metros.
Marta odiaba esta situación, por las mañanas procuraba llegar con media hora de antelación al trabajo para salir y evitar las coincidencias en la hora punta.
Volvió a meter primera exasperada no pasó de la segunda para detenerse cincuenta metros más allá.

Hoy había salido más tarde solo para hacerse la encontradiza en el ascensor con Julián y tener una excusa para invitarle a su fiesta de cumpleaños que pensaba celebrar en su apartamento; si el atasco lo permitía pensó fastidiada mirando el reloj. Apoyó el codo en el marco de la ventanilla y la frente sobre la mano. No había merecido la pena perder esa preciosa media hora para encontrase ahora así, Julián, uno de los ejecutivos de la empresa en la que trabajaba y por el que bebía los vientos no tenía ojos más que para la nueva secretaria del jefe, como todos los hombres de la oficina desde hacía dos semanas que Maira, alta, tipazo, pelo rubio oscuro, ojazos y sonrisa de anuncio hizo su aparición. El elenco masculino incluido el jefe se dedicaba a babear por las esquinas tras ella.

Antes de su llegada había conseguido captar la atención de Julián. No habían quedado para salir pero notaba que ella le atraía. Pasaba a buscarla para desayunar y la había invitado a algún que otro almuerzo en la cafetería cercana a la oficina. Habría jurado que si Maira no hubiese aparecido estaba a punto de pedirle una cita pero Julián era uno de los pocos solteros y por su posición y atractivo quizá el único con posibilidades ante semejante pieza y él lo sabía.
Las dos últimas semanas la había ignorado.
Hoy había decidido agotar el último cartucho, se quedó más tarde para coincidir con él en la salida. Todo inútil, él amablemente declinó la invitación a su fiesta, había conseguido después de mucho perseguirla una cita para tomar una copa con Maira. Mientras le hablaba se repasaba en el espejo del ascensor, hasta tuvo la desfachatez de preguntar si la corbata que había elegido le iba bien con la camisa.
Se llamó idiota, los últimos meses soñando con ese hombre y ahora en la autovía atrapada por culpa de un intento que no había conducido a nada mientras Alicia, amiga y compañera de piso se estaría desesperando con todos los preparativos de la fiesta programada para dos horas después.

Vio una salida unos metros más allá, no era la suya y la iba a obligar a callejear bastante pero si seguía el ritmo de la caravana se le echaba el tiempo encima.
Cuando volvió a moverse, puso el intermitente y se desvió saliendo a una barriada de las afueras. No conocía el lugar pero solo tendría que intentar seguir las calles hacia el norte, buscar un camino que la condujese al centro de la ciudad.

Un par de manzanas recorridas le indicó que era un lugar poco recomendable, edificios de más de treinta años, de los de protección oficial, tendederos en las ventanas, calles sucias y tipos de aspecto dudoso en algunas esquinas. Pisó el acelerador intentando encontrar una calle que la sacara de allí. Delante de un solar aminoró la marcha, tres chicos de unos veinte años parecían acosar a una vagabunda que se le antojó gitana. Detuvo el coche, en efecto, uno de ellos derribó en ese momento a la mujer intentando patearla, los otros dos le incitaban sin dejar de reír. La pobre mujer intentaba alejarlos increpándoles sin éxito.
Gritó desde el vehículo que la dejarán en paz y solo recibió improperios y amenazas de los jóvenes. Indignada bajó del coche y caminó decidida hacia el grupo. Al llegar a su altura repitió la orden, el más agresivo vino hacia ella con intenciones inequívocas. Lo esperaba, en segundos dio con sus huesos en el suelo tras una llave de Marta que le golpeó con el pie en el estómago dejándole aullando de dolor; los otros dos, en principio desconcertados hicieron un amago de acudir en ayuda de su amigo pero el gesto en actitud de ataque que implicaba conocimiento de artes marciales de Marta les disuadió; ayudaron al otro a levantarse del suelo donde aún continuaba retorciéndose y sin dejar de insultarla se alejaron calle abajo.

            - ¿ Se encuentra bien? – preguntó ayudando a la mujer a incorporarse, ésta contestó afirmativamente en español con acento extranjero, le pareció rumano.

Vista de cerca no era tan mayor como le había parecido en principio. Las greñas de su pelo largo mal recogido en un moño ahora deshecho le había dado esa impresión.
            - Gracias, has sido muy amable, no todo el mundo tiene el gesto que acabas de hacer – respondió ella sacudiéndose el polvo y se inclinó a recoger objetos esparcidos por el suelo, Marta la ayudó a introducirlos en una gran bolsa.
            - No he hecho nada, además soy cinturón negro. Le aseguro que pese al rechazo que esos gamberros me provocan nunca me hubiese atrevido a salir del coche si no supiese defenderme y llamar a la policía no la habría librado de un mal rato.
            - Entonces ha sido una doble suerte para mí – contestó la mujer sonriendo.

Al mirarla de frente, Marta le calculó unos cincuenta y tantos y pese a sus vestimentas, su tez era clara y limpia. Poseía unos ojos grandes y expresivos de un gris verdoso y su expresión una dignidad que no coincidían con su apariencia. Pensó para sí que era extraño, la cara y la forma de mirar no concordaban con una vagabunda. Quizá las circunstancias la habían conducido a esta situación. Se encogió de hombros recordando la fiesta.
           - ¿ Quiere que la acerque a un lugar más seguro? Tengo prisa y los gamberros podrían volver.

La mujer le devolvió una sonrisa amable.
            - Gracias pero no vivo lejos. Llegaré bien.
            - En ese caso me marcho.
            - Espera – la mujer la hizo volverse – Quiero darte algo para agradecer lo que has hecho.
            - No tiene que darme nada, ya le he dicho que detesto a ese tipo de gente que goza haciendo daño para divertirse.
            - Ha sido una buena acción y es justo recompensarte por ello – buscó en su bolsa y sacó algo envuelto en papel de seda blanco, extendió la mano y Marta indecisa lo tomó en las suyas.

No le interesaba nada de lo que la mujer pudiera darle pero tampoco quería ofenderla rechazándolo. Quitó el papel de seda y descubrió una pequeña figura que representaba a un cupido. Estaba primorosamente trabajada en lo que parecía porcelana y tuvo la impresión de que era valiosa. Ignoraba de donde la había sacado una mujer con ese aspecto y en la situación en que se encontraba, quizá era una de las pocas cosas que le quedaba de mejores tiempos.
          - Esto parece de valor – volvió a tender la figura hacia la mujer – No puedo aceptarla.
          - Por favor, te ruego que la aceptes. Me sentiré honrada si lo haces.
          - Esta bien – Marta volvió a envolver la figura e hizo ademán de marcharse.
          - Espera – la detuvo de nuevo la extraña mujer – Esa figura representa al dios Eros, poderoso y temido en el Olimpo. Disparaba sus flechas tanto a dioses como a hombres. Nunca podías fiarte de él debido a sus caprichos cuando le hacías una petición, si le dabas oportunidad actuaba por su cuenta, pero si sabes manejarle te servirá bien.

Marta miró a la mujer que había ayudado desconcertada, respondió con una sonrisa de circunstancias.
         - Colócala en una habitación donde solo estés tu y la persona que quieres atraer – continuó la mujer – Nunca entre un grupo, si le dejas, será él quien haga la elección.

Para Marta estaba claro que estaba mal de la cabeza pero se le hacia tarde y Alicia estaría desesperándose ante su tardanza. Puso fin a la conversación diciéndola que lo tendría en cuenta, agradeció el regalo y caminó hacia su coche para alejarse después calle abajo.

Continuará...

Mariant Iberi.

sábado, 3 de abril de 2010

Dolor ( Karma)

Dolor, acerado y latente
punzante y candente
de la ilusión yaciente
que nunca tendrá un presente.



Estremecimiento del alma
por lo anhelado negado
por pétalos deshojados
por sentimientos frustrados
de amores desairados.



Candores envilecidos
ternuras rechazadas
caricias no aceptadas
sonrisas humilladas.



Soledades silenciadas
en medio de tanta gente
deseos dolientes
esperanzas vanas.
Flor nacida en la desgracia
que carga culpas extrañas
a cadena perpetua condenada
por expiación de la memoria pasada
que un designio superior
ha permitido que nazca
para sólo conocer
¡ Dolor!.


domingo, 28 de marzo de 2010

Carta abierta a Elisa

Perdida, agotada en la rutina que ahoga, que te corta el aire en la garganta y las lágrimas secas en hastío sin fuerzas para brotar, niegan el consuelo de ser vertidas buscando un escape, un mísero consuelo.



Insultos solapados unos a otros, cada día. Duelen las palabras aunque no broten grabadas en la memoria por repetidas.


Asquean sus disculpas, sus palabras de amor ofenden más que su violencia.


Son heridas que se suman a las otras, tan reiteradas, sin tiempo para cicatrizar.


El juego de poder, de propiedad sumisa donde nada vale ya, si hablas golpes, si callas golpes. Cuando toca, toca.


Ya has caído, ni súplicas, ni arrastrarte te pone a salvo. Tu no puedes más y él no conoce límites.


Tu relato me araña el alma por angustioso y opresivo.

¿ Que te digo?


Si aún ahora que has tenido la fuerza de hablar, rota la tiranía del silencio intentas justificar sus mezquindad, su alma pobre llagada de pura maldad.


Te aisló para someterte, te cercó haciéndote dependiente. Te dejó inerte ante sus vejaciones, sin metas, sin rumbo. A la deriva está tu vida.


Me ofende como mujer que argumentes. Mal, muy mal estas si me das razones. Ha esclavizado tu espíritu, pero si lo estas contando has tocado fondo e inconsciente pides ayuda.


Ya solo queda una salida.


¿ Porqué dices que si te marchas vas a perder tu vida?


¿De qué vida hablas?


¿Qué tendrás?


Noches sin miedo, calma en los días hasta que sanen tus heridas. Volver a encontrarte. Respirar sin terror sin contar los minutos en que se abrirá la puerta, dejar de rezar para que hoy venga bien. Dejar de entregar tu preciado amor al enemigo.
Expandir tus pulmones hasta que duelan de libertad. Recuperar la risa, la alegría amable del transcurrir de las horas con la ausencia de la agonía.


Abre la puerta y sal fuera.


Da portazo al infierno.


No hay nada que perder, ya no hay nada.

Mariant Iberi

sábado, 27 de marzo de 2010

HORA DEL PLANETA 27M 2O:30, 2010.

Otro año y cada vez se suman más a la hora del planeta.
Hay que colaborar, pasarlo a los blogs, a los amigos, familiares en el trabajo.
Cualquier medio es bueno para unirse.
Un pequeño esfuerzo, 1 hora para un gesto inmenso por este planeta nuestro.

27 de marzo a las 20´30 apaga las luces una hora.

No le falles al planeta.
¡¡¡Unete a este gesto!!!

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